lunes, 31 de enero de 2011
B.
Ya, ya lo sé: estoy mal de la cabeza. Pero, en realidad, mis planes nunca fueron más allá de volver a verte. Ya improvisaría después. La idea era liarte de alguna manera. Con hipnosis, drogas o síndrome de Estocolmo. No sé, esto del amor siempre se me ha dado fatal.
domingo, 30 de enero de 2011
Souvenirs del pasado (2)
Escarbando en el pasado, he encontrado una nota que contiene una especie de advertencia: «No esperes. Ella no volverá esta noche. Ni las que vengan». Y se me ocurre que con lo último podría referirme tanto a las noches como a las mujeres.
sábado, 29 de enero de 2011
Souvenirs del pasado
Tengo en un anaquel una caja que me regaló una novia y que he usado para almacenar recuerdos. No recuerdos etéreos, claro, eso sería una tontería, sino objetos tangibles con algún significado para mí. Hace un rato me ha dado por abrirla (bueno, no es que me haya dado por abrirla sin más, en realidad buscaba algo en concreto: un billete de tren). No sé cuánto llevaba sin abrir la caja, pero la tapa estaba llena de polvo. Dentro me he encontrado billetes de avión, de tren, de autobús, de metro (me ha faltado de barco), entradas de cine, de conciertos, papeles con cosas garabateadas, planos de ciudades, etcétera. Ciertas cosas las había olvidado y he recordado su significado al verlas de nuevo. Bien. El problema es que con alguna cosa me he preguntado: ¿y esto qué significa? ¿A quién pertenecía? ¿De cuándo es? Eran como intrusos. Objetos sin significado. Ya no son recuerdos, sino objetos que conservo arbitrariamente. Vale, sí, los guardé por algún motivo. ¿Pero cuál? ¿Volveré a recordarlo? Quizá no era tan importante y por eso lo he olvidado. Quizá me equivoqué al guardarlo en su día. Quizá tendría que deshacerme de lo que ya no significa nada.
Por cierto, no he encontrado el billete de tren que buscaba.
Por cierto, no he encontrado el billete de tren que buscaba.
viernes, 28 de enero de 2011
Algo así
Qué bonito es el sonido del teclado cuando uno está escribiendo con convicción. Es casi musical. Como el galope de los Jinetes del Apocalipsis. Como unas salvas de fusilería. Algo así.
jueves, 27 de enero de 2011
Astronomía fácil
El espacio exterior. Entra un ASTRONAUTA. Bracea en la negrura mientras tararea Space Oddity. De pronto, repara en el público.
ASTRONAUTA: Buenos días.
El público no dice nada.
ASTRONAUTA: ¿Es que no me oyen? He dicho que buenos días.
El público saluda tímidamente, entre murmullos de asombro. «Estas obras modernas», se queja un señor con bigote.
ASTRONAUTA: ¿Han visto pasar el cometa de las seis y media? Creo que era por aquí, pero uno se desorienta en tanta inmensidad.
El público guarda silencio.
ASTRONAUTA: No importa, ya pasará otro.
Entra un extraterrestre. Braceando. Saluda al público con un tentáculo.
EXTRATERRESTRE: Buenos días.
El público se remueve en sus asientos, incómodo.
ASTRONAUTA: Buenos días.
EXTRATERRESTRE: ¿Ha pasado ya la nave nodriza de las ocho?
ASTRONAUTA: No es tan tarde.
EXTRATERRESTRE: Según la hora de Sirio, sí.
ASTRONAUTA: Ah. Yo es que espero un cometa.
EXTRATERRESTE: No tiene usted pinta de Rey Mago.
ASTRONAUTA: ¿Cómo conoce usted eso?
EXTRATERRESTRE: He trabajado muchos años en la Tierra. Ya sabe, en platillos volantes. Sé un montón de las costumbres humanas; las sondas anales nos dan mucha información.
ASTRONAUTA: Mi primo fue abducido una vez.
EXTRATERRESTRE: ¿Sí? ¿Cómo se llama su primo?
ASTRONAUTA: Paul Jenkins. Es neurocirujano en Boston.
EXTRATERRESTRE: Ah, no, imposible. Nosotros tenemos una política muy estricta: sólo abducimos a borrachos y tontos del pueblo, para ocultar nuestra existencia.
ASTRONAUTA: Bueno, mi primo venía de una boda.
EXTRATERRESTRE: Eso es otra cosa. Sí, es posible que lo abdujéramos, pero esa información es confidencial.
Se escucha un tintineo a lo lejos.
ASTRONAUTA: Creo que por fin llega el cometa.
EXTRATERRESTRE: A mí me parece que es la nave nodriza.
Entra un SEÑOR EN BICICLETA, tocando el timbre.
SEÑOR EN BICICLETA: Buenos días. Soy el cometa de las ocho.
EXTRATERRESTRE: Tiene que tratarse de un error. O es la nave nodriza de las ocho o el cometa de las seis y media.
SEÑOR EN BICICLETA: Soy las dos cosas. Es una manera de ahorrar.
El público empieza a abuchear. «¿Pero qué clase de burla es esta obra?», pregunta a voz en grito el señor con bigote de antes.
SEÑOR EN BICICLETA: Damas y caballeros, entiéndanlo: ésta es una obra modesta y no hay presupuesto para cometas o naves nodrizas, pero mi sobrino me ha dejado su bicicleta. Échenle un poco de imaginación.
El público no da por buena esta explicación y comienza a lanzar al escenario lo que tiene a mano, asientos arrancados de su sitio incluidos. El ASTRONAUTA y el EXTRATERRESTRE se montan como pueden en la bicicleta del SEÑOR EN BICICLETA y salen.
ASTRONAUTA: Buenos días.
El público no dice nada.
ASTRONAUTA: ¿Es que no me oyen? He dicho que buenos días.
El público saluda tímidamente, entre murmullos de asombro. «Estas obras modernas», se queja un señor con bigote.
ASTRONAUTA: ¿Han visto pasar el cometa de las seis y media? Creo que era por aquí, pero uno se desorienta en tanta inmensidad.
El público guarda silencio.
ASTRONAUTA: No importa, ya pasará otro.
Entra un extraterrestre. Braceando. Saluda al público con un tentáculo.
EXTRATERRESTRE: Buenos días.
El público se remueve en sus asientos, incómodo.
ASTRONAUTA: Buenos días.
EXTRATERRESTRE: ¿Ha pasado ya la nave nodriza de las ocho?
ASTRONAUTA: No es tan tarde.
EXTRATERRESTRE: Según la hora de Sirio, sí.
ASTRONAUTA: Ah. Yo es que espero un cometa.
EXTRATERRESTE: No tiene usted pinta de Rey Mago.
ASTRONAUTA: ¿Cómo conoce usted eso?
EXTRATERRESTRE: He trabajado muchos años en la Tierra. Ya sabe, en platillos volantes. Sé un montón de las costumbres humanas; las sondas anales nos dan mucha información.
ASTRONAUTA: Mi primo fue abducido una vez.
EXTRATERRESTRE: ¿Sí? ¿Cómo se llama su primo?
ASTRONAUTA: Paul Jenkins. Es neurocirujano en Boston.
EXTRATERRESTRE: Ah, no, imposible. Nosotros tenemos una política muy estricta: sólo abducimos a borrachos y tontos del pueblo, para ocultar nuestra existencia.
ASTRONAUTA: Bueno, mi primo venía de una boda.
EXTRATERRESTRE: Eso es otra cosa. Sí, es posible que lo abdujéramos, pero esa información es confidencial.
Se escucha un tintineo a lo lejos.
ASTRONAUTA: Creo que por fin llega el cometa.
EXTRATERRESTRE: A mí me parece que es la nave nodriza.
Entra un SEÑOR EN BICICLETA, tocando el timbre.
SEÑOR EN BICICLETA: Buenos días. Soy el cometa de las ocho.
EXTRATERRESTRE: Tiene que tratarse de un error. O es la nave nodriza de las ocho o el cometa de las seis y media.
SEÑOR EN BICICLETA: Soy las dos cosas. Es una manera de ahorrar.
El público empieza a abuchear. «¿Pero qué clase de burla es esta obra?», pregunta a voz en grito el señor con bigote de antes.
SEÑOR EN BICICLETA: Damas y caballeros, entiéndanlo: ésta es una obra modesta y no hay presupuesto para cometas o naves nodrizas, pero mi sobrino me ha dejado su bicicleta. Échenle un poco de imaginación.
El público no da por buena esta explicación y comienza a lanzar al escenario lo que tiene a mano, asientos arrancados de su sitio incluidos. El ASTRONAUTA y el EXTRATERRESTRE se montan como pueden en la bicicleta del SEÑOR EN BICICLETA y salen.
miércoles, 26 de enero de 2011
martes, 25 de enero de 2011
Je me souviens (4)
Recuerdo que maté una cucaracha en tu terraza y luego te daba miedo salir a ella, como si la cucaracha fuera a resucitar para atacarte o algo así. Y me pregunté cómo te tomarías una declaración de amor como: Oye, quiero matarte siempre las cucarachas.
lunes, 24 de enero de 2011
domingo, 23 de enero de 2011
sábado, 22 de enero de 2011
El otro
Ella no contesta, no se acuerda de él. Pero es natural. El otro sólo existe cuando lo queremos en nuestra vida. Mientras tanto, es sólo otro actor que ha salido del escenario. Deja de importar para la historia. No es por maldad que dejemos de pensar en él, es por coherencia argumental.
viernes, 21 de enero de 2011
La identidad
Sonó el móvil y en la pantalla apareció un número desconocido. Contesté. «Hola, Pedro, soy yo», dijo una voz femenina. Una voz preciosa. Confuso, sólo atiné a decir: «¿quién?». «Silvia», respondió la bonita voz. Durante unos segundos me planteé decirle a la tal Silvia que, en efecto, yo era Pedro. Por seguir escuchando su voz, nada más. Vale, y por preguntarle qué llevaba puesto. Pero, ¿y si Pedro era el hermano de Silvia? Por ejemplo. Qué conflicto más tonto se podía provocar por asumir la identidad de un desconocido. Una familia rota por un momento lúbrico de un desaprensivo. Así que, con el corazón encogido, le dije que se había equivocado de número y colgué.
jueves, 20 de enero de 2011
Capítulo 2304
No, todavía no lo he conseguido. Pero estoy en ello. Tan sólo hay que tratar de no pensar en los años y las ausencias.
miércoles, 19 de enero de 2011
Ráfagas
Tomar algo en un bar. Preguntarse cómo será follar con ella. Su cuerpo. La intimidad. El secreto.
martes, 18 de enero de 2011
El bronceado
Un hombre en la aduana, donde un policía le pregunta si tiene algo que declarar. Sólo este fabuloso bronceado, responde el hombre, que vuelve de unas estupendas vacaciones en algún destino turístico. ¿Tiene los papeles del bronceado?, le pregunta entonces el policía. El hombre, estupefacto, no sabe qué responder. El policía pregunta dónde ha adquirido el bronceado y cuánto pagó por él. El hombre responde que lo consiguió en la playa y que le sería difícil determinar el precio, pues supone que todo va en el paquete: el billete de avión, la estancia en el hotel, las propinas al camarero que le traía los daiquiris a la tumbona, etc. Me temo que no puedo dejarle entrar en el país, dice el policía, podría haber disturbios si se permitiera que paseara libremente por las calles un bronceado ilegal. Dicho esto, conduce al hombre a una habitación sin ventanas, dejándole encerrado con varios hombres en proceso de perder el bronceado.
lunes, 17 de enero de 2011
domingo, 16 de enero de 2011
La prisa
Podría ser cualquiera de ellas, pero no lo sé. Como no lo sé, no hay apremio alguno. No siento que tenga que darme prisa. Ya llegará. Ya llegará el fin de la calma. El vértigo.
sábado, 15 de enero de 2011
La mitología sentimental
Estoy escribiendo una carta. La escribo durante la noche y borro lo escrito al día siguiente. Un poco como Penélope cuando tejía, pero yo hago esto para despedirme y no despedirme. Para ganar tiempo. Para perderlo. Aunque ya estoy muy lejos, como Ulises al principio de la travesía.
viernes, 14 de enero de 2011
Disonancias
Creo que llamaré un día a tu puerta, cuando sea tarde. No tarde por la noche, sino tarde para nosotros. Porque tú ya no vivirás allí. Aunque yo habré llamado a tu puerta con la intención de despedirme de ti finalmente, después de tantos años sin vernos. Creo que todo será algo así.
jueves, 13 de enero de 2011
Entresueño
Sueño que he escrito un libro. Es más, sueño que he escrito un libro muy bueno, por lo visto, porque en el sueño me alaban unos cuantos desconocidos. Qué bueno es su libro, cómo redefine la literatura moderna. Es usted un genio de las letras españolas. Cosas así. Y yo no sé qué he escrito. Hay un pequeño montón de ejemplares en una mesa, pero no me dejan echarle un vistazo. Siempre hay alguna mano que estrechar o alguna foto que sacarse. Con lo mal que llevo yo hablar con gente a la que no conozco de nada. Así que sólo respondo tonterías cuando me preguntan por la obra. «Sí, estaba en un momento importante de mi vida», digo. «Nunca he creído en escribir con las entrañas, porque sólo sale mierda», que es algo que le decía a una novia y ahora lo aprovecho. De pronto veo que también está B, que se acerca y me felicita. Qué es lo que más te ha gustado, le pregunto. Creo que es una gran obra del dolor, me dice ella. Y pienso que parte del mérito es mío, añade. Y cómo es eso, le pregunto. Porque he sido tu musa en esto, está claro: ha sido gracias al desamor que has escrito este libro. Oye, eso parece un comentario de A, no tuyo, contesto yo. Ella se ríe. Yo me indigno un poco e improviso un discurso reivindicativo e iracundo: no creas que el mérito lo tienes tú por no hacerme caso; lo de convertirlo en algo «soportable», literario, fue cosa mía. Sí me hubieras amado, habría escrito otra cosa, posiblemente mucho mejor. Sí, es verdad, responde ella, conciliadora, porque eres muy bueno, siempre lo has sido. Los dos sonreímos. Entonces le digo: Esto de hacerme la pelota significa que no vamos a follar, ¿verdad? Y ella se ríe de nuevo.
miércoles, 12 de enero de 2011
La antología sentimental
Dando consejos a un amigo al que le ha dejado la novia. Como si fuera fácil, ahora que estoy en la ruina económica, literaria y sentimental. Pero siempre hay algún topicazo a mano. Ah, la primera novia, sí, qué mal se pasa cuando se termina, qué cantidad tan grande de tonterías se comete; ahora ya no haría nada de eso, que los años me han dado sabiduría. Bueno, más o menos. Pero no te preocupes, no es el fin del mundo, el tiempo lo arreglará todo. El tiempo. El tiempo. Claro que esto no te sirve de nada ahora, que el tiempo se ha detenido. Pero verás en unos años.
martes, 11 de enero de 2011
El hombre que se esconde
El poeta es el hombre que se esconde, escribe Tasio Benavente, autor secreto. El hombre que se esconde entre las sombras, podría añadir, pero lo descarta mientras acecha en silencio a su vecina, la sin par Mercedes, apostado frente a la mercería en la que trabaja, observándola a través del escaparate, arrebujado entre las sombras y el impermeable, que bien podría ser una sombra más.
lunes, 10 de enero de 2011
La alegría de vivir
«Ya no encuentro la alegría de vivir», reza la pintada que ve el señor Benvenuti al coger el metro para llegar al trabajo. Esto, claro, le lleva a preguntarse dónde está la alegría de vivir. Quizá en el escote de esa señorita que, sentada frente a él, lee con avidez el último éxito de ventas literario. O quizá la alegría de vivir esté en la cuenta bancaria del escritor, piensa. Cómo saberlo. Luego se le ocurre que la alegría de vivir está en la memoria, pero enseguida tiene que admitir que no recuerda en qué momento concreto. Él tampoco encuentra ya la alegría de vivir, es evidente. Y maldice en silencio al autor de la pintada.
domingo, 9 de enero de 2011
Las noches perdidas
Éstas son las noches perdidas al filo del poema. O algo así, no sé. Cada noche que no paso contigo, que diría yo si fuera el de antaño. Pero he hipotecado todo en sueños de esto y aquello, que también decía yo antes. Bah, yo qué sé.
sábado, 8 de enero de 2011
Colapsos
Me llama un amigo para contarme que está roto. Bueno, esto lo infiero yo cuando se echa a llorar. Es bastante duro oír llorar a un amigo. Y bastante incómodo, también, por aquello de la masculinidad que nos han inculcado desde niños. Curiosamente, unas horas antes había estado oyendo llorar a una ex. Y no es la primera chica que se acuerda de mí en tales circunstancias, como si lo natural al estar triste fuera llamarme. Todo es muy extraño. No sé si es que mi voz es relajante, que juraría que no. Podría preguntarles, supongo, pero igual me contestaban que soy un experto en el sufrimiento, o algo así. A veces es mejor no saber los motivos.
viernes, 7 de enero de 2011
Historias de blog
—Me gustó la parte de tu entrada de fin de año de «mirando al espejo para no volverme loco de tanto desearla». Cito de memoria, claro.
—Sí. Lo malo es que no era literatura.
—Ya.
—Ella se giró un par de veces para saber a qué miraba yo. Creo que me tomó por un narcisista.
—Sí. Lo malo es que no era literatura.
—Ya.
—Ella se giró un par de veces para saber a qué miraba yo. Creo que me tomó por un narcisista.
jueves, 6 de enero de 2011
Un poco de muerte
Muero y me dirijo a la luz mientras suena música de mariachis, como si la muerte fuera una fiesta mexicana. Ando hacia la luz, que es como un foco gigante de la Gestapo dirigido a mi cara, y me pregunto cuánto costará esto ahora que el precio de la electricidad ha subido, y la luz comienza a parpadear como si me dijera algo en morse, pero no es eso, sino que de pronto gira a la derecha y desaparece de mi vista.
miércoles, 5 de enero de 2011
Un campo de batalla
Un campo de batalla. Dos soldados parapetados tras unos sacos de arena.
SOLDADO1: ¿Qué hora es?
SOLDADO2: Las seis.
SOLDADO1: ¿Y el enemigo?
SOLDADO2: Se retrasa.
SOLDADO1: ¿Es que acaso no saben que eso es de mala educación?
SOLDADO2: Yo creo que les da igual; del enemigo no se puede esperar nada bueno.
SOLDADO1: Cuanto antes vengan, antes terminaremos.
SOLDADO2: ¿Es que tienes prisa?
SOLDADO1: He quedado luego con una chica.
SOLDADO2: ¿Es guapa?
SOLDADO1: Mucho. Me espera bajo una farola.
SOLDADO2: ¿Es prostituta?
SOLDADO1: ¿Qué pasa, es que no puede ser como Lili Marleen?
SOLDADO2: ¿Es como Lili Marleen?
SOLDADO1: No. Es prostituta.
SOLDADO2: Ah.
Entra el SARGENTO.
SARGENTO: ¡Soldados! ¿Y el enemigo?
SOLDADO1: Se niega a presentarse, mi sargento.
SOLDADO2: A lo mejor es que hemos ganado la guerra, señor.
SARGENTO: O a lo mejor hemos sido copados y no lo sabemos. Soldado1, eres voluntario para ir a explorar.
SOLDADO1: Perdone el atrevimiento, mi sargento, ¿pero cómo que «Soldado1»? ¿Es que no tengo nombre?
SARGENTO: No, no hay presupuesto.
SOLDADO1: ¿No hay presupuesto para que tenga nombre?
SARGENTO: Correcto. Habría que pagarle al autor para que te pusiera un nombre y eso cuesta dinero.
SOLDADO2: Un momento, ¿significa eso que yo tampoco tengo nombre?
SARGENTO: Claro que lo tienes: eres el Soldado2.
SOLDADO2: Eso no es un nombre de verdad.
SARGENTO: Pues no hay otra cosa.
SOLDADO1: ¿Y si nos inventamos nosotros unos nombres?
SOLDADO2: Yo siempre he querido llamarme Torcuato.
SOLDADO1: No suena demasiado heroico.
SOLDADO2: ¿Acaso se te ocurre uno mejor?
SOLDADO1: Wenceslao.
SARGENTO: ¡Basta! Soldado1, sal a explorar.
WENCESLAO: Llámeme Wenceslao, mi sargento.
SARGENTO: Como quieras, pero sal a explorar.
WENCESLAO: Es que he quedado luego, mi sargento. Creo que Soldado2 sería mejor voluntario para explorar.
TORCUATO: Torcuato.
WENCESLAO: Perdón: Torcuato.
SARGENTO: ¿Qué es eso de que has quedado? ¿Es con un familiar?
WENCESLAO: Prácticamente.
TORCUATO: Pues como no sea tu madre… Ha quedado con una prostituta, mi sargento.
WENCESLAO: ¡Traidor!
SARGENTO: Eso cambia la cosa, está en juego el honor del ejército: un soldado nunca falta a su cita con una prostituta.
WENCESLAO: ¡Ja!
TORCUATO: Mierda. Entonces me toca explorar a mí, ¿no?
SARGENTO: En efecto.
El SOLDADO2 (o TORCUATO) sale.
WENCESLAO: Gracias, mi sargento.
SARGENTO: Era mi obligación, no podemos permitir que la guerra nos haga olvidar los valores que nos conforman como sociedad.
WENCESLAO: Cierto, que la guerra desune a los hombres.
SARGENTO: Sobre todo si te cae un obús encima, que te desune en pedazos.
Entra TORCUATO (o el SOLDADO2) llevando como prisionero a un SOLDADO RUSO.
TORCUATO: ¡Mirad lo que he encontrado!
WENCESLAO: ¡Un soldado enemigo!
SARGENTO: Lleva uniforme ruso. ¿Estamos en guerra con Rusia? No lo recuerdo.
TORCUATO: A mí no me pregunte, que soy un soldado raso. Pero el caso es que estaba en una trinchera durmiendo de forma sospechosa.
WENCESLAO: ¿Cómo se duerme de forma sospechosa?
TORCUATO: Dormía mal, como si no tuviera la conciencia tranquila.
SARGENTO: Bien hecho, soldado: seguro que es un criminal de guerra, no hay más que verle la cara.
SOLDADO RUSO: Oiga, sin faltar.
SARGENTO: Calla y responde sólo cuando se te pregunte, prisionero. ¿Dónde está tu unidad?
SOLDADO RUSO: Eso quisiera saber yo ahora.
SARGENTO: ¿Es que has desertado?
SOLDADO RUSO: Creo que han desertado ellos. Quería echar una cabezadita y he despertado abandonado por mis compañeros y encañonado por Torcuato.
SARGENTO: ¿Cómo que por Torcuato? Torcuato, ¿es que ahora le dices tu nombre al enemigo?
TORCUATO: Perdón, mi sargento, ha sido por la alegría de estrenar nombre. Además, me pareció de buena educación.
WENCESLAO: Muy mal, hombre, al enemigo no se le puede contar nada; son las normas.
SOLDADO RUSO: ¿Puedo yo acogerme a esas normas y guardar silencio?
SARGENTO: Podrías, pero entonces nosotros tendríamos que acogernos a las normas de sacarte la información a golpes.
SOLDADO RUSO: En ese caso, hablaré, que estamos entre caballeros.
SARGENTO: Bien. ¿Qué es eso de que han desertado tus compañeros?
SOLDADO RUSO: Se hablaba algo de una revolución en la patria. Yo creo que no han querido perdérsela.
SARGENTO: Eso es muy poco profesional.
SOLDADO RUSO: Bueno, es sólo una teoría.
TORCUATO: A lo mejor han quedado todos con la prostituta de Wenceslao.
WENCESLAO: ¡Eh!
TORCUATO: Es sólo otra teoría.
SARGENTO: Creo que vale la pena investigarlo. Wenceslao, iré yo en tu lugar a ver a la prostituta.
WENCESLAO: ¿Qué? ¿Cómo? Pero…
SARGENTO: Vosotros dos quedaos aquí, por si se trata de una maniobra de diversión del enemigo.
WENCESLAO: Sí, diversión es la que va a tener usted, a mi costa.
SARGENTO: Y vigilad al prisionero.
Sale el SARGENTO. WENCESLAO se sienta en el suelo, abatido.
TORCUATO: ¿Cómo te llamas, prisionero?
SOLDADO RUSO: Boris.
WENCESLAO: Bah, qué nombre tan típico.
Telón.
SOLDADO1: ¿Qué hora es?
SOLDADO2: Las seis.
SOLDADO1: ¿Y el enemigo?
SOLDADO2: Se retrasa.
SOLDADO1: ¿Es que acaso no saben que eso es de mala educación?
SOLDADO2: Yo creo que les da igual; del enemigo no se puede esperar nada bueno.
SOLDADO1: Cuanto antes vengan, antes terminaremos.
SOLDADO2: ¿Es que tienes prisa?
SOLDADO1: He quedado luego con una chica.
SOLDADO2: ¿Es guapa?
SOLDADO1: Mucho. Me espera bajo una farola.
SOLDADO2: ¿Es prostituta?
SOLDADO1: ¿Qué pasa, es que no puede ser como Lili Marleen?
SOLDADO2: ¿Es como Lili Marleen?
SOLDADO1: No. Es prostituta.
SOLDADO2: Ah.
Entra el SARGENTO.
SARGENTO: ¡Soldados! ¿Y el enemigo?
SOLDADO1: Se niega a presentarse, mi sargento.
SOLDADO2: A lo mejor es que hemos ganado la guerra, señor.
SARGENTO: O a lo mejor hemos sido copados y no lo sabemos. Soldado1, eres voluntario para ir a explorar.
SOLDADO1: Perdone el atrevimiento, mi sargento, ¿pero cómo que «Soldado1»? ¿Es que no tengo nombre?
SARGENTO: No, no hay presupuesto.
SOLDADO1: ¿No hay presupuesto para que tenga nombre?
SARGENTO: Correcto. Habría que pagarle al autor para que te pusiera un nombre y eso cuesta dinero.
SOLDADO2: Un momento, ¿significa eso que yo tampoco tengo nombre?
SARGENTO: Claro que lo tienes: eres el Soldado2.
SOLDADO2: Eso no es un nombre de verdad.
SARGENTO: Pues no hay otra cosa.
SOLDADO1: ¿Y si nos inventamos nosotros unos nombres?
SOLDADO2: Yo siempre he querido llamarme Torcuato.
SOLDADO1: No suena demasiado heroico.
SOLDADO2: ¿Acaso se te ocurre uno mejor?
SOLDADO1: Wenceslao.
SARGENTO: ¡Basta! Soldado1, sal a explorar.
WENCESLAO: Llámeme Wenceslao, mi sargento.
SARGENTO: Como quieras, pero sal a explorar.
WENCESLAO: Es que he quedado luego, mi sargento. Creo que Soldado2 sería mejor voluntario para explorar.
TORCUATO: Torcuato.
WENCESLAO: Perdón: Torcuato.
SARGENTO: ¿Qué es eso de que has quedado? ¿Es con un familiar?
WENCESLAO: Prácticamente.
TORCUATO: Pues como no sea tu madre… Ha quedado con una prostituta, mi sargento.
WENCESLAO: ¡Traidor!
SARGENTO: Eso cambia la cosa, está en juego el honor del ejército: un soldado nunca falta a su cita con una prostituta.
WENCESLAO: ¡Ja!
TORCUATO: Mierda. Entonces me toca explorar a mí, ¿no?
SARGENTO: En efecto.
El SOLDADO2 (o TORCUATO) sale.
WENCESLAO: Gracias, mi sargento.
SARGENTO: Era mi obligación, no podemos permitir que la guerra nos haga olvidar los valores que nos conforman como sociedad.
WENCESLAO: Cierto, que la guerra desune a los hombres.
SARGENTO: Sobre todo si te cae un obús encima, que te desune en pedazos.
Entra TORCUATO (o el SOLDADO2) llevando como prisionero a un SOLDADO RUSO.
TORCUATO: ¡Mirad lo que he encontrado!
WENCESLAO: ¡Un soldado enemigo!
SARGENTO: Lleva uniforme ruso. ¿Estamos en guerra con Rusia? No lo recuerdo.
TORCUATO: A mí no me pregunte, que soy un soldado raso. Pero el caso es que estaba en una trinchera durmiendo de forma sospechosa.
WENCESLAO: ¿Cómo se duerme de forma sospechosa?
TORCUATO: Dormía mal, como si no tuviera la conciencia tranquila.
SARGENTO: Bien hecho, soldado: seguro que es un criminal de guerra, no hay más que verle la cara.
SOLDADO RUSO: Oiga, sin faltar.
SARGENTO: Calla y responde sólo cuando se te pregunte, prisionero. ¿Dónde está tu unidad?
SOLDADO RUSO: Eso quisiera saber yo ahora.
SARGENTO: ¿Es que has desertado?
SOLDADO RUSO: Creo que han desertado ellos. Quería echar una cabezadita y he despertado abandonado por mis compañeros y encañonado por Torcuato.
SARGENTO: ¿Cómo que por Torcuato? Torcuato, ¿es que ahora le dices tu nombre al enemigo?
TORCUATO: Perdón, mi sargento, ha sido por la alegría de estrenar nombre. Además, me pareció de buena educación.
WENCESLAO: Muy mal, hombre, al enemigo no se le puede contar nada; son las normas.
SOLDADO RUSO: ¿Puedo yo acogerme a esas normas y guardar silencio?
SARGENTO: Podrías, pero entonces nosotros tendríamos que acogernos a las normas de sacarte la información a golpes.
SOLDADO RUSO: En ese caso, hablaré, que estamos entre caballeros.
SARGENTO: Bien. ¿Qué es eso de que han desertado tus compañeros?
SOLDADO RUSO: Se hablaba algo de una revolución en la patria. Yo creo que no han querido perdérsela.
SARGENTO: Eso es muy poco profesional.
SOLDADO RUSO: Bueno, es sólo una teoría.
TORCUATO: A lo mejor han quedado todos con la prostituta de Wenceslao.
WENCESLAO: ¡Eh!
TORCUATO: Es sólo otra teoría.
SARGENTO: Creo que vale la pena investigarlo. Wenceslao, iré yo en tu lugar a ver a la prostituta.
WENCESLAO: ¿Qué? ¿Cómo? Pero…
SARGENTO: Vosotros dos quedaos aquí, por si se trata de una maniobra de diversión del enemigo.
WENCESLAO: Sí, diversión es la que va a tener usted, a mi costa.
SARGENTO: Y vigilad al prisionero.
Sale el SARGENTO. WENCESLAO se sienta en el suelo, abatido.
TORCUATO: ¿Cómo te llamas, prisionero?
SOLDADO RUSO: Boris.
WENCESLAO: Bah, qué nombre tan típico.
Telón.
martes, 4 de enero de 2011
lunes, 3 de enero de 2011
La doble vida
Me dice un amigo: «Te vi con ella en la estación, cuando os estabais despidiendo; parecíais enamorados». Y esto me hace pensar que uno vive dos vidas: la de verdad y la que se inventan los demás.
domingo, 2 de enero de 2011
Empezar de nuevo
Dejar el bagaje atrás, viajar siempre ligero, empezar de nuevo. Pero no suele funcionar: se vuelve atrás con cualquier excusa. Uno dice, por ejemplo: «dejadme recuperar aquella idea, que creo que puedo sacarle partido ahora». O bien: «no, en serio, sólo quiero darle otro enfoque, pero ya me he curado». Pero es hacer trampa. Siempre.
sábado, 1 de enero de 2011
Día uno
El sujeto está despierto, aunque no podemos responder por su lucidez. Deambula por calles desoladas mientras repite: «la vida empieza dentro de un momento». Hay algunas palomas y gaviotas insomnes, pero no le prestan mucha atención.
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