viernes, 21 de enero de 2011
La identidad
Sonó el móvil y en la pantalla apareció un número desconocido. Contesté. «Hola, Pedro, soy yo», dijo una voz femenina. Una voz preciosa. Confuso, sólo atiné a decir: «¿quién?». «Silvia», respondió la bonita voz. Durante unos segundos me planteé decirle a la tal Silvia que, en efecto, yo era Pedro. Por seguir escuchando su voz, nada más. Vale, y por preguntarle qué llevaba puesto. Pero, ¿y si Pedro era el hermano de Silvia? Por ejemplo. Qué conflicto más tonto se podía provocar por asumir la identidad de un desconocido. Una familia rota por un momento lúbrico de un desaprensivo. Así que, con el corazón encogido, le dije que se había equivocado de número y colgué.
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7 comentarios:
A veces hay que colgar así..
Y bueno, ¿no salió el número reflejado en el teléfono? Si sí, ¿No le tienta? No hay mucho que perder con el "mira, soy el que has llamado antes por error. Resulta que tienes la voz más bonita que he escuchado en mi vida y..."
And so on. Luego ella será la amante de un gángster (Pedro Sanguinetti, o algo) y hale, ya la tiene Usted liada. Amor y tiros. Sexo y violencia. ¡Desbanque de una vez a esos ñoños vendedores de best-sellers y póngase las botas!
Lo tiene a huevo. Anda que no.
Vaya oportunidad... por un segundo, tuviste las dos cosas que hacen falta:
1 la llamada equivocada
2 la idea maliciosa
Y las dejaste escapar.
Tu estás chalao.
Que es ficción, hombre.
Y el caso es que ella también se había equivocado. En realidad quería llamar a Bea, su novia.
No lo había pensado. pero aún así... por proponer simplemente, igual el relato, lo fuerte empezaba ahí.
Suele ocurrir... historias que se quedan a las puertas.
Esta manía nuestra por las puertas.
¿Ficción?
¿O fricción?
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