jueves, 30 de septiembre de 2010

Abrí los ojos

Abrí los ojos y sólo había desolación. Eso sí, urbanizable.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

La eternidad

La eternidad empieza en este momento, en este lugar, lo que es una tontería, puesto que la eternidad no puede empezar, ya que si lo hiciera no sería eterna, sino conmensurable, pasajera, como este momento, este lugar, que es una eternidad limitada, contenida, sostenible, una eternidad de bolsillo.

martes, 28 de septiembre de 2010

El hombre lobo

A las siete de la tarde, Pedro Temblor salió de su casa con destino incierto. Había soñado que era un hombre lobo, pero un hombre lobo domesticado; es decir, había soñado que era un hombre perro. Un homo lupus familiaris. De pronto se notaba poseído por un hambre canina (y por un hirsutismo que iba en contra de los cánones de belleza metrosexual). Olisqueó los culos de las desconocidas con las que se cruzaba, lo que provocó agrias quejas por parte de éstas (y de algún marido que otro), y finalmente salió corriendo detrás de un coche que pasaba por allí.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Poltergeist

—Buenas tardes, ¿ha llamado usted porque tiene un problema con un fantasma revoltoso?
—Así es. Pase, pase. Verá, el fantasma no me deja dormir, se pasa el día entero haciendo ruido. Y cuando le recrimino su actitud, me arroja cosas.
—¿Qué cosas? ¿Ectoplasma?
—No. Libros, platos, alguna lámpara. Objetos comunes.
—Entiendo; tiene usted un poltergeist.
—Ya sabía yo que tenía que ser alemán.
—Los poltergeist son una raza difícil. Con mucho temperamento. Las almas en pena, por el contrario son dóciles y sumisas.
—¡Si lo hubiera sabido antes! Pero es que estaba muy bien de precio.
—Ya. Y son muy monos al principio. Luego se desatan y ya es difícil corregir su comportamiento.
—Pero algo se podrá hacer. Usted es el entrenador de fantasmas, no hay nada que se le resista.
—Bueno. Primero vamos a intentar ponerle la correa.

domingo, 26 de septiembre de 2010

La economía

—Hasta aquí llegó la crisis —dice el hombre, señalando un punto en el suelo—. Fue un martes y hacía frío. Algunos testigos declaran que se detuvo porque resbaló con una piel de plátano, pero no está confirmado.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Los cuerpos melancólicos

La sombra en la pared de los cuerpos melancólicos en el silencio abracadabrante de esta tarde de septiembre. La vida también es esto, pero sólo a veces.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Mirones

Cuando me despierto, me dice que tuvo que bajar la persiana porque había un hombre en el balcón de enfrente mirándola.
—Así que te ha visto las tetas gratis, ¿no? —le pregunto.
—Supongo, que no creo que me tapara con los brazos estando dormida.
—¿Cómo era el hombre? ¿Era un señor mayor?
—Ni idea, ya sabes que sin lentillas no veo nada.
—Igual era una gaviota.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Poemas del asilo de Mondragón

Estoy gastando los días en volver a inventarme el amor. Me acerco a muchas chicas pensando que se parecen a ti, pero siempre me equivoco. No son más que espejismos que persigo porque tengo que entretenerme de alguna manera.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Lecciones capitalistas para los jóvenes samuráis

Aquí, en la Academia de Jóvenes Empresarios, educamos a los alumnos en estas verdades irrefutables:
1 - El mercado es una guerra constante.
2 - El consumidor es el enemigo. Pero no queremos exterminarlo, sino derrotarlo e imponerle reparaciones de guerra de por vida.
3 - El estado es como la ONU: puede entorpecer nuestra labor (levemente, pero sigue siendo una molestia) o apoyarnos. Desacreditaremos al estado cuando no respalde nuestras actuaciones y lo usaremos para legitimarnos cuando esté de nuestra parte.
Esto sería un resumen de nuestro plan de estudios; sobre estos pilares edificamos nuestra doctrina, pero hay mucho más. Por ejemplo, los alumnos tienen que aprender a convertir los medios de información en medios de propaganda. Memorizar que nuestra causa es más que justa: es sagrada. Y asimilar que el cliente jamás tiene la razón, aunque haremos que éste crea que sí.

martes, 21 de septiembre de 2010

De tranquillitate animi

—Yo ya no busco la felicidad, sino la tranquilidad, ¿sabes? La tranquilidad de espíritu. Vivir intranquilo es malvivir.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Si el futuro era esto

Si el futuro era esto, que me devuelvan el dinero, se dice uno. Pero tampoco es que invirtieras mucho. Simplemente pasa, sin que uno intervenga demasiado. Una mañana te levantas y ya ha terminado el verano. Una mañana te levantas y ya ha pasado un año. Una mañana te levantas. Así, sin más. Envejecer es esto (bueno, y encontrarte canas en el vello púbico).

domingo, 19 de septiembre de 2010

De nuevo

Sueño que no estoy despierto y que la vida está empezando a cada momento, en cada segundo, en cada bocanada de aire.

sábado, 18 de septiembre de 2010

La infancia como ensayo

Recuerdo una vez que me peleé en el colegio. Sucedió que un niño me golpeó porque no le gustaba mi forma de respirar o algún otro oscuro motivo. Yo, no encontrando réplica ingeniosa a tal tropelía, respondí también con la violencia física. Estábamos atizándonos con suma dedicación cuando se materializó junto a nosotros un profesor que enseguida detuvo el improvisado combate. Después nos conminó a estrecharnos la mano. Me pareció raro, era como si el profesor creyera en la magia, como si pensara que una vez efectuado ese ritual quedaría olvidado el encono. El otro niño me tendió la mano, con la mirada torva. Yo entonces pensé que por qué demonios debía la víctima darle la mano a su agresor, que qué clase de pantomima era ésa. No cambiaba nada, era un acto hipócrita. Así que me metí las manos en los bolsillos, en un gesto deliberado de justicia universal (bueno, algo así), aunque el profesor pensó que tenía delante a un rebelde, un alborotador, un trotskista infantil o algo peor. Meneando la cabeza, declaró que se sentía decepcionado por mi actitud. A mí me pareció el colmo de la injusticia.
Eso sí, con los años no me ha quedado más remedio que aprender a dar la mano.

viernes, 17 de septiembre de 2010

El nuevo hombre

Hay que acabar con la cultura. Por otra parte, hay que acabar también con la naturaleza. Hay que no ser, básicamente. Construirse un nuevo ser a partir de la nada. Escribirse con tinta invisible. Modelarse con aire. Después hay que encajar en la realidad, que siempre tiene grietas por las que colarse.

jueves, 16 de septiembre de 2010

El centro de la Tierra

Me disponía a dormir, como cada noche (soy así de poco original), pero antes pasé por el cuarto de baño a lavarme los dientes. Estaba enfrascado en esa tarea (y mirándome en el espejo y echando de menos la juventud perdida) cuando me pareció escuchar una voz diciendo: «Hola, ¿hay alguien ahí?». Pensé que sería esquizofrenia y que, por lo tanto, era mejor no responder (si ignoras a la enfermedad mental, quizá ésta pase de largo), pero la voz insistió:
—Oiga, respóndame, que le estoy escuchando; sé que está ahí.
Suspiré (rociando de pasta dentífrica el espejo), me enjuagué la boca y finalmente dije:
—Buenas noches. ¿Qué tal está usted?
—Bien, gracias. Pero acérquese al retrete, que no le escucho bien.
Obedecí, aunque no me parecía buena idea. Si me vieran mis conocidos, pensé, hablando con la taza del váter.
—¿Me oye ahora mejor? —pregunté.
—Sí, gracias. Ya no hacen los retretes como antes, maldita era digital. La recepción de los últimos modelos es pésima.
—No lo sé, es la primera vez que me comunico a través de uno. A todo esto, ¿con quién tengo el placer de hablar? No será el diablo, espero.
—Qué ridiculez. No me diga usted que cree en el diablo —contestó, severa, la voz del retrete.
—En este momento estoy dispuesto a creer en cualquier cosa.
—Pues no soy el diablo, no. Soy un mero bibliotecario en el centro de la Tierra. Pero la gente ya no lee, ¿sabe? Siempre está vacía la biblioteca. Así que a veces me acerco a la tubería a escucharle en sus tareas. Me gusta pensar que no estoy solo, que hay alguien en el mundo exterior que también se aburre, como yo.
—Protesto; yo no me aburro, tengo una vida plena.
—No es cierto, se le nota siempre aburrido. Arrastra los pies con desgana, se lava los dientes con parsimonia. A veces, habla usted solo. Para mí resulta de lo más interesante, pero está claro que usted se aburre.
—Vale, lo admito. Pero es que estoy tan solo. Tenía una mujer, pero me abandonó por un inspector de hacienda.
—Lo sé, lo escuché en su día.
—Fue todo tan traumático. Desde entonces, vivo en la absoluta soledad. Y es tan aburrido jugar al Trivial solo, no se lo imagina usted.
—Sí que me lo imagino, ya le he dicho que suelo escucharle. Y falla usted tantas preguntas.
—Es usted cruel. Además de un mirón.
—Un oyente, seamos fieles a la realidad. Pero perdóneme por mi falta de tacto.
—No se preocupe. Dígame sólo una cosa: ¿cómo es el centro de la Tierra?
—Está muy mal iluminado. Quizá por eso no viene nadie a la biblioteca.
—Vaya.
—Sí.
Nos quedamos en silencio un rato. A mí me habían entrado ganas de mear, pero quizá era de mala educación hacerlo en ese momento, así que decidí mear luego en el jardín.
—Creo que me voy a la cama, tengo bastante sueño —dije al fin.
—Está bien. Yo tengo que barrer, que se acumula el polvo. Ya hablamos.
—Hasta mañana.
Y tiré de la cadena.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Aquí, ahora

No, si me encanta hacer planes contigo y estoy convencido de que sería muy bonita la vida junto a ti, pero las mujeres tenéis el corazón volátil (como la nitroglicerina) y el amor, o algo parecido, os dura cinco minutos o menos.

martes, 14 de septiembre de 2010

Astronautas

El universo es infinito y está en permanente expansión. Esto viene fatal para explorarlo, pues es una tarea que nunca puede terminarse, argumento que utilizó el ayuntamiento cuando pedimos una subvención para nuestra asociación vecinal de astronautas: «El ayuntamiento no puede destinar más presupuesto para proyectos interminables; bastante tenemos con las obras públicas», dijeron. Así, nos vimos abocados a trabajar sólo con inversiones privadas, lo que en nuestro caso consistía en una hucha para donativos que pusimos en el bar de Manolo. Con tan exiguos recursos, nuestra exploración espacial tenía que ser limitada, austera, humilde. Mandábamos astronautas al otro lado de la ciudad (en autobús, que era más barato) y volvían con muestras de esa parte del universo: chicles, colillas y adoquines.

lunes, 13 de septiembre de 2010

En resumen

No hay nada para mí en ti. Así que ya no lo busco.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Después del final

Uno siempre deja la cabeza donde no debe. Principalmente, en el pasado. Pero también en la ficción. El recuerdo y la ficción, que suena a título de novela existencialista. Por otra parte, ya es de noche.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Improvisando planes

Voy al banco a sacar dinero y me encuentro a una antigua compañera de estudios. No sabía que trabaja aquí, será porque vengo poco. La miro; sigue tan guapa como entonces. Yo, como estoy loco, enseguida pienso que podríamos atracar el banco juntos y llevar una vida de romántica criminalidad. Unos Bonnie y Clyde españoles, huyendo siempre de la justicia. Podríamos atracar más bancos, pero tendríamos que cambiar el modus operandi, pues no creo que la contrataran, por aquello de ser una fugitiva. Sería todo tan bonito, pienso. Pero ella no me reconoce.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Bigotes

—¿Tiene usted experiencia como señor con bigote?
—La verdad es que no, pero he leído mucho al respecto.
—Sepa que es una gran responsabilidad. Somos los últimos seguidores de una milenaria tradición, pues se cuenta que ya llevaban bigote en Babilonia. Incluso, que algunos hombres prehistóricos se afeitaban la barba con piedras, pero se respetaban el bigote, para que los demás les admiraran.
—No me diga.
—Sí le digo. El bigote no es sólo una división de la cara. También es una frontera entre el individuo y el resto. Yo me defino por mi bigote. Y hay tantos: nietzschiano, hitleriano, bismarckiano, hindenburguiano. Los germanos siempre han entendido de mostachos, son un pueblo eminentemente bigotudo.
—Claro, es necesaria una disciplina adecuada.
—Por supuesto. Un bigote es un asunto serio. A pesar de Cantinflas, Chaplin y Groucho Marx.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Joie de vivre

La tristeza será más elegante, pero prefiero pasar la tarde contigo en la cama.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

El calor

Hace demasiado calor, así que estamos inmóviles en la cama, dejando que pase la tarde. Dos cuerpos entrelazados en un tenue sopor, como leones en el Serengueti (o algo menos tonto). El ventilador emite un leve rumor, como una radio encendida en otra habitación. Qué bien vendría un ventilador en el Serengueti, pienso, pero no digo nada, para no socavar mi reputación como intelectual universal y todo eso. Hay que esperar a que baje el sol para salir a la calle. Hay que esperar tranquilamente. Cantan gaviotas al otro lado de la ventana, lo que está muy bien, pues sería bastante molesto que cantaran dentro de la habitación.

martes, 7 de septiembre de 2010

Muy lejos

Noguera, Noguera, Noguera, dicen los fantasmas de mi corazón (¿o eran los demonios?), ¿qué vamos a hacer contigo? No sé, ¿hamburguesas?, contesto yo, pero no les hace nada de gracia, no: me restriegan en la cara mis desvelos, mi literatura a fondo perdido, mis sarcasmos a deshoras, las noches de locura. Vale, respondo yo, todo eso está muy bien, pero no me afecta, ya que soy un inconsciente. Cantadle las cuarenta a alguien responsable, que yo me asomo al abismo pensando que es una atracción de feria más.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Capítulo 2170

Arreglando el mundo o lo que queda de él. Desayunamos en la Plaza de la Merced mientras sobrevuelan nuestras cabezas unos cazas. Hacen un ruido atronador, pero que no espanta a las palomas. Y me acuerdo de las gaviotas insomnes de anoche en la playa.

domingo, 5 de septiembre de 2010

La Oficina de Objetos Perdidos

Aquí, en la Oficina de Objetos Perdidos, lo que más tenemos es tiempo, aunque nunca vienen buscando eso. Nunca viene algún anciano preguntando por su juventud perdida, con lo bonito que sería devolvérsela y pedirle que tuviera cuidado y no la perdiera de nuevo. No, sólo tenemos tiempo para pensar, horas muertas de espera hasta que finalmente aparece alguien para preguntarnos por cosas más banales. Y se me ocurre que en esto pierdo la vida, que es un objeto irrecuperable.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Relato homeopático





(Está diluido en el blog)

miércoles, 1 de septiembre de 2010

La vida es bella, ya verás

«La vida es bella, ya verás», decía José Agustín Goytisolo en aquel poema que escribió para su hija: Palabras para Julia. Uno se pregunta si ese poema quedó revocado aquella mañana de marzo, cuando Goytisolo se arrojó al vacío desde la ventana de su casa. Quizá no. Quizá quería decir: «la vida es bella, hija, pero no para todos. Para ti, sí; para mí, no». La familia, claro, dijo que no fue un suicidio, sino un accidente. Poco importa. Todo suicidio es, en realidad, un accidente.