Qué guapa es. Siempre. La conocí cuando era una chiquilla de dieciséis años, ahora es madre y todo, pero sigue siendo absolutamente preciosa. Habrá hecho un pacto con el diablo o algo así. En fin, nos detenemos cerca de su casa, la miro, sonrío, no digo nada. Ella me pide que no la mire así y baja la vista. Vaya, es la segunda vez que me dicen eso esta semana, ¿de qué forma miro a las chicas? Imagino que como un psicópata, tendré que pedir a alguien que me grabe y estudiarme luego en casa.
Luego me dice: «olvídate de mí; no soy buen asunto». «Lo sé», contesto yo. «Y olvídate también de esa chica, que tampoco es buen asunto», añade. «Bueno, para mí ninguna lo es, no hay más que fijarse en mis antecedentes», y le doy dos besos castos como haría un hermano, aunque realmente no hay nada inocente en lo que hacemos. «Qué raro», susurra ella como invitándome a besarla, pero no es el lugar adecuado.
Me marcho pensando que tendría que decirle: «quedemos en un hostal barato, será divertido, como si estuviéramos en alguna película europea de los setenta», pero la conozco bien, sólo la idea ya le daría miedo. Además, me diría que no le encuentra el lado romántico a follar en sitios de mala muerte.
sábado, 28 de febrero de 2009
viernes, 27 de febrero de 2009
La posibilidad
La miro. Mucho. Está muy deseable en ese vestido, aunque se pinte demasiado los ojos. «Tú no sabes lo que es el amor», me dice con algo de rabia, y tiene que controlarse para no llorar. Yo le acaricio el pelo, pero no digo nada. Vale, estoy roto. Soy el primero en admitirlo. Pero podría escribir un montón de enmiendas a la constitución de todo esto. Luego estamos riendo por algo que no recuerdo. La miro. «No me mires así», me dice, y baja la cabeza. La posibilidad.
jueves, 26 de febrero de 2009
Carnaval
En una plaza me encuentro a un yonqui de cincuenta años (quizá menos, es que la droga envejece) disfrazado de Superman. Por fin un auténtico héroe crepuscular, me digo.
miércoles, 25 de febrero de 2009
Secuencias
Recuerdo un día de otoño. Estábamos en la ducha y nos abrazábamos para combatir el frío, pues no había agua caliente. Yo la enjabonaba a ella, ella me enjabonaba a mí. A mí se me puso dura con tanto roce, ella se arrodilló y empezó a chupármela dulcemente, como sólo lo hace una chica que te quiere. Luego nos secamos el uno al otro y fuimos a la cama. Después del sexo, estábamos besándonos y acariciándonos cuando de pronto se echó a llorar. Su explicación fue: «es que eres muy cariñoso conmigo». Puede que la vida fuera todo eso.
martes, 24 de febrero de 2009
En el parque
—Mira que ponerle Max a tu hijo. Se llama como Max Immelmann, un piloto alemán de la Primera Guerra Mundial.
—Max, no le escuches, que es un friki.
—Immelmann era un as, consiguió quince victorias antes de ser derribado. Aunque tampoco son tantas, claro, sobre todo si las comparamos con las ochenta de Richthofen.
—¿Ves? Friki del todo.
—Max, no le escuches, que es un friki.
—Immelmann era un as, consiguió quince victorias antes de ser derribado. Aunque tampoco son tantas, claro, sobre todo si las comparamos con las ochenta de Richthofen.
—¿Ves? Friki del todo.
lunes, 23 de febrero de 2009
Convenciones sociales
No se me da bien la gente, no sé lo que quiere todo el mundo. Hablar, supongo. De qué, me pregunto yo. De cosas normales, por lo visto. Política, cotilleos y tal. Si yo lo que quiero es hablar de mí, me dan ganas de gritar. Aunque esto tampoco es cierto del todo, ya me tengo muy contado, a mí lo que me interesa de verdad es follarme a la chica aquella que está sola en una mesa. O a la morena esa de pelo corto que está junto a la puerta. O a esa que bailaba tan bien. Pero en vez de eso estoy aquí sentado escuchando no sé qué de un programa de la tele, algo de granjeros que buscan esposa. Se habla demasiado, pienso.
domingo, 22 de febrero de 2009
Madres
—A mí madre le gusta mucho tu libro, aunque todavía no ha leído el último texto, no sé cómo se lo tomará.
—Bueno, puedes decirle que eres tú y ya está.
—No, si ya me preguntó quién era la chica de la dedicatoria.
—¿Y qué le dijiste?
—Pues lo que me contaste tú. Que si tenía diecinueve años, que si era brillante, guapísima, que si era una chica cinematográfica... Todo eso.
—¿Y qué le pareció?
—Me dijo: «da igual; él está enamorado de ti».
—Vaya, tu madre se llevaría bien con la mía. De hecho, seguro que se llevarían mejor que nosotros. Porque cada vez que le cuento algo de ti, que si vives con un cuarentón, que si has tenido un hijo con él, siempre me responde: «no importa; ella te quiere a ti».
—Podrían ser buenas amigas.
—Sí. Las dos creen que están en una comedia romántica de Hollywood.
—Bueno, puedes decirle que eres tú y ya está.
—No, si ya me preguntó quién era la chica de la dedicatoria.
—¿Y qué le dijiste?
—Pues lo que me contaste tú. Que si tenía diecinueve años, que si era brillante, guapísima, que si era una chica cinematográfica... Todo eso.
—¿Y qué le pareció?
—Me dijo: «da igual; él está enamorado de ti».
—Vaya, tu madre se llevaría bien con la mía. De hecho, seguro que se llevarían mejor que nosotros. Porque cada vez que le cuento algo de ti, que si vives con un cuarentón, que si has tenido un hijo con él, siempre me responde: «no importa; ella te quiere a ti».
—Podrían ser buenas amigas.
—Sí. Las dos creen que están en una comedia romántica de Hollywood.
sábado, 21 de febrero de 2009
Conversaciones de bar (3)
Tú no sabes lo que es el amor, me dice, algo enfadada, una chica. Puede, pero no será por falta de ganas, pienso yo.
viernes, 20 de febrero de 2009
Excusas
Siempre tienen alguna excusa para no estar conmigo. «Es que te gustan demasiadas mujeres»; «es que te gastarías nuestro dinero en alcohol y libros»; «es que tengo un hijo»; «es que no me fío de ti»; «es que me debo a mi cónyuge»; «es que te pareces a Rasputín»; «es que no te convengo». Blablablá. Ya está bien, quisiera que me dieran excusas para estar conmigo. A ser posible, excusas malas. Cosas como: «es que me apetecía un masaje y nadie los da tan bien como tú, por eso he viajado quinientos kilómetros para verte; me quito toda la ropa, ¿verdad?».
jueves, 19 de febrero de 2009
A grandes males
—¿Y ya tienes terminado el libro?
—No, todavía no. Además, después tengo que suicidarme o el libro carecerá de sentido.
—¡Entonces no te hago la portada!
—No, todavía no. Además, después tengo que suicidarme o el libro carecerá de sentido.
—¡Entonces no te hago la portada!
miércoles, 18 de febrero de 2009
Salud
El médico me receta ocho horas de sueño, pero en la farmacia no me pueden vender tiempo. No lo tienen en cómodas pastillas, tampoco en cremas o jarabes, y me sorprende que ni siquiera lo vendan en supositorios, cuando sería de lo más lógico.
martes, 17 de febrero de 2009
lunes, 16 de febrero de 2009
Conversaciones de bar (2)
Estoy en un bar con dos chicas y dos noruegos que se nos han acoplado, quizá pensando que eran muchas mujeres para un solo melenudo. Como las chicas no les hacen demasiado caso, empiezan a darme conversación a mí, que con alguien tendrán que ligar. En inglés, uno de ellos me pregunta mi nombre. Se lo digo. Me dice que me parezco a John Lennon. Sí qué está borracho este hombre, pienso, mucho más que yo, que ya es decir. Le respondo que no, que no me parezco en nada. Parece decepcionado. Me presenta a su amigo, creo entender que se llama Jonah. Y le dice: Jonah, este es Míchel y no se parece a John Lennon.
domingo, 15 de febrero de 2009
Conversaciones de bar
—Antes lo habrías tenido mucho más fácil conmigo; yo era «telemamada».
—Mira que no tener tu número entonces...
—Mira que no tener tu número entonces...
sábado, 14 de febrero de 2009
viernes, 13 de febrero de 2009
La justa medida
Nunca pasa nada, de ahí la sensación de urgencia. Tanto invierno en los ojos, me digo peinándome frente al espejo, y suelto una carcajada. Hay que escribir con cierta tristeza, no demasiada. La justa medida. Demasiada tristeza hace que te tires de un puente. Esto es una ciencia. Bueno, más bien es alquimia, pero tiene sus fórmulas, hay que seguir el manual. No queremos accidentes.
jueves, 12 de febrero de 2009
Horario de oficina
Proyectos. Cientos de proyectos se amontonan en mi escritorio imaginario. Pero no hay tiempo, no hay ganas, no hay motivos, que seguramente es lo más importante de todo. Cientos de proyectos que nunca llevaré a cabo se acumulan en mi papelera imaginaria. Y no hay bellas secretarias de escotes interminables y minifaldas mínimas con las que distraer la vista.
miércoles, 11 de febrero de 2009
Soliloquios
Nada de esto significa nada; tampoco esta frase, claro. Lo pienso borracho en una esquina, lo que no es demasiado digno. Me incorporo (a la vida, quizá) y echo a andar en alguna dirección. Me he perdido, que podría decirlo en cualquier otro momento y valdría también. Me he perdido persiguiendo imposibles, o algún otro pensamiento estúpido similar. Si yo supiera hablar con la voz que atruena en mi corazón. Y todo eso. Me digo que en esta ciudad hay cientos de chicas que lloran por mí ahora en sus habitaciones. A oscuras, que es como mejor se llora. Todo esto es mentira, claro, pero es bonito pensarlo. La vida conmigo sería muy divertida, pero ninguna lo sabe. O ninguna quiere saberlo (al final va a ser cierto que siempre meto comentarios a pie de página cuando hablo). Aunque qué sé yo del amor, si tengo que fabularlo siempre. «Si estuvieras con ella, no os pasaríais el día comiendo naranjas y recitando a Boris Vian», me dijo el otro día M. Y qué, lo sé perfectamente, pero es que simplemente mirarla me hace feliz. Oír su respiración. Las pausas que hace al hablar por teléfono. Cuando te mira con los ojos muy abiertos. Porque nadie ríe mejor que ella y nadie llora con tanta elegancia. Pero todo esto es hablar demasiado. Es mejor mirar para otro lado, hacer como si nada, en realidad todos somos despreciables.
martes, 10 de febrero de 2009
Odontología aplicada
Voy al dentista. Mi dentista de antes murió trágicamente de un infarto, pero su hijo ha heredado los pacientes. La enfermera (o asistente dental, en el caso de que exista algo así) se empeña en llamarme «Grabiel», pero yo sonrío como si ese fuera mi nombre. Mi dentista es argentino, lo que no es demasiado sorprendente teniendo en cuenta que su padre también lo era. Sin conocernos de nada, me mete los dedos en la boca y empieza a tocarme la dentadura, como si yo fuera un esclavo y quisiera comprobar que valgo lo que piden por mí. Me fijo en que la enfermera, una chica de ojos tristes y algo entrada en carnes, le mira continuamente; enseguida me imagino que está enamorada de él y que es un amor no correspondido, aunque en cierta ocasión echaron un polvo en la consulta, ella se hizo ilusiones y él le rompió el corazón, porque «no fue más que un calentón, cariño, además, yo estoy casado». Como si quisieran confirmarme todo esto, él le pregunta: «¿Está bien mi Dulcinea?». Ella responde con cierta brusquedad: «supongo que sí; no ha llamado». Luego me parece oír a la enfermera sollozar quedamente hasta que él dice, no sé si con segundas: «Lourdes, necesito succión». Y yo asisto a todo esto con la boca abierta, como si fuera gilipollas.
lunes, 9 de febrero de 2009
Rayos gamma a través de las persianas
Un hombre sale de casa. Este acto tan cotidiano no despierta las sospechas de nadie, pues resulta imposible advertir a simple vista que el hombre es un peligroso espía intergaláctico. Responde al nombre de Juan, pero sólo en la Tierra. En Nebulón 7 se llama Antonio.
Juan toma el autobús con naturalidad, como si no estuviera acostumbrado a desplazarse a la velocidad de la luz por el universo. Lee el periódico atentamente, en busca de la información que requieren sus superiores. Después la transmite telepáticamente mientras se rasca la oreja, un gesto que no alarmaría a nadie, salvo a alguna que otra anciana dispuesta a quejarse de cualquier cosa. Juan, como todo buen funcionario, falsea los informes. Así, transmite las necrológicas como si fueran bajas del bando terráqueo producidas por sus acciones terroristas, que hasta ahora no van más allá de negarse a ceder el asiento a ancianos y embarazadas.
Juan va al supermercado para adquirir alimentos con dinero terrícola. Una lata de mejillones en salsa de vieira por un euro y pico. Horchata. Merluza. Pizza cuatro estaciones («de Vivaldi», murmura). Pimientos. Juan sopesa una naranja, que le recuerda a su planeta natal. Quién habrá ganado la liga, se pregunta con nostalgia.
Juan toma el autobús con naturalidad, como si no estuviera acostumbrado a desplazarse a la velocidad de la luz por el universo. Lee el periódico atentamente, en busca de la información que requieren sus superiores. Después la transmite telepáticamente mientras se rasca la oreja, un gesto que no alarmaría a nadie, salvo a alguna que otra anciana dispuesta a quejarse de cualquier cosa. Juan, como todo buen funcionario, falsea los informes. Así, transmite las necrológicas como si fueran bajas del bando terráqueo producidas por sus acciones terroristas, que hasta ahora no van más allá de negarse a ceder el asiento a ancianos y embarazadas.
Juan va al supermercado para adquirir alimentos con dinero terrícola. Una lata de mejillones en salsa de vieira por un euro y pico. Horchata. Merluza. Pizza cuatro estaciones («de Vivaldi», murmura). Pimientos. Juan sopesa una naranja, que le recuerda a su planeta natal. Quién habrá ganado la liga, se pregunta con nostalgia.
domingo, 8 de febrero de 2009
Vidas ajenas
Esto es el dolor, leer su nombre junto al de otro hombre en un buzón. Seguro que en la entrada del infierno uno se encuentra el mismo buzón, varias veces. Sí, ella vive con otro, ella duerme con otro, ella desayuna cada mañana con otro, ella se desnuda para otro, ella tiene esas conversaciones intrascendentales con otro. De nada sirve intentar no pensar en ello. Supongo que el amor es eso, todas esas pequeñas cosas cotidianas, no escribir textos desgarradores al respecto. Qué sabré yo de nada.
sábado, 7 de febrero de 2009
Pequeña comedia
Una calle cualquiera, por la noche. Un chico y una chica van hablando. Son el ESCRITOR DE CULTO y la MUSA DE INOLVIDABLE BELLEZA.
ESCRITOR DE CULTO. — Ya hasta se me ha pasado la «malura».
MUSA DE INOLVIDABLE BELLEZA. — ¿Sí? Entonces todos contentos. (Un BORRACHO ENTROMETIDO con el que se cruzan oye esto.)
BORRACHO ENTROMETIDO. — Yo no.
MUSA DE INOLVIDABLE BELLEZA. — (Deteniéndose.) ¿No?
BORRACHO ENTROMETIDO. — Necesito una mujer.
MUSA DE INOLVIDABLE BELLEZA. — (Sarcástica.) Oh, pobrecito.
ESCRITOR DE CULTO. — (En voz baja.) Pues búscate otra.
MUSA DE INOLVIDABLE BELLEZA. — (Al ESCRITOR DE CULTO, con falsa indignación.) ¡Oye!
ESCRITOR DE CULTO. — (Con desprecio.) Bah, que le den por culo. (La MUSA DE INOLVIDABLE BELLEZA se ríe. Siguen su camino.) Oye, voy a hacer una cosa, que seguro que está mirando. (La coge por la cintura y la atrae hacia él.)MUSA DE INOLVIDABLE BELLEZA. — (Bromeando.) Te tomas muchas libertades tú, ¿no?
ESCRITOR DE CULTO. — No las suficientes, lo sabes perfectamente. (Y le da una palmada en el culo.)
ESCRITOR DE CULTO. — Ya hasta se me ha pasado la «malura».
MUSA DE INOLVIDABLE BELLEZA. — ¿Sí? Entonces todos contentos. (Un BORRACHO ENTROMETIDO con el que se cruzan oye esto.)
BORRACHO ENTROMETIDO. — Yo no.
MUSA DE INOLVIDABLE BELLEZA. — (Deteniéndose.) ¿No?
BORRACHO ENTROMETIDO. — Necesito una mujer.
MUSA DE INOLVIDABLE BELLEZA. — (Sarcástica.) Oh, pobrecito.
ESCRITOR DE CULTO. — (En voz baja.) Pues búscate otra.
MUSA DE INOLVIDABLE BELLEZA. — (Al ESCRITOR DE CULTO, con falsa indignación.) ¡Oye!
ESCRITOR DE CULTO. — (Con desprecio.) Bah, que le den por culo. (La MUSA DE INOLVIDABLE BELLEZA se ríe. Siguen su camino.) Oye, voy a hacer una cosa, que seguro que está mirando. (La coge por la cintura y la atrae hacia él.)MUSA DE INOLVIDABLE BELLEZA. — (Bromeando.) Te tomas muchas libertades tú, ¿no?
ESCRITOR DE CULTO. — No las suficientes, lo sabes perfectamente. (Y le da una palmada en el culo.)
viernes, 6 de febrero de 2009
La vida como telecomedia (3)
—Sólo somos amigos. Como a mí me dan miedo las tías que están demasiado buenas, nunca le he tirado los tejos.
—A mí es que me dan miedo todas, por eso les tiro los tejos a las que están demasiado buenas.
—A mí es que me dan miedo todas, por eso les tiro los tejos a las que están demasiado buenas.
jueves, 5 de febrero de 2009
El tiempo recobrado
Llaman a la puerta. Abro y me encuentro a un bebé fumando. «Buenos días», me dice, y entra cargando un maletín casi tan grande como él. El bebé se sienta en mi sofá italiano y dice: «soy la infancia que nunca tuvo». «Qué tontería», respondo yo, «si tuve una infancia de lo más feliz». Allí en el campo, con mis tíos, las cabras, las vacas, la fiebre del heno. «Todo mentira», me interrumpe él con gesto severo. «Usted no tuvo infancia, hubo un error y se la dimos a un niño de Singapur, que tuvo dos. Ha sido su psicoanalista quien le ha convencido de que todo aquello pasó, pero sólo ha sucedido en su imaginación. De hecho, ni siquiera tiene usted tíos. ¿Y qué es eso de los animalitos en el campo? Ni que se creyera usted Heidi». Yo disimulo las lágrimas, que no es varonil que a un hombre hecho y derecho le haga llorar un bebé. Aunque sea un hombre sin infancia. El bebé entonces saca unos papeles de su maletín y me hace firmarlos asegurándome que es un contrato de cesión de niñez, que todos los fines de semana tendré un par de horas de la infancia que nunca tuve. «Perdone las molestias causadas», me dice mientras lo acompaño a la puerta, donde nos encontramos a un chaval con un maletín y un grave problema de acné. La adolescencia que nunca tuve, supongo.
miércoles, 4 de febrero de 2009
La chica
La miro y me digo que se ha puesto ese escote por mí. La miro y le digo que siempre nos quedará la ciudad más fea de España. La miro y pienso que estuvimos cinco días en la cama como si pidiéramos la paz en el mundo, aunque lo que queríamos era que el mundo nos dejara en paz a nosotros. La miro y, en fin, pienso en todo lo que me gustaba hacerle a esta chica y todo lo que me gustaría hacerle. If I could hold on to just one thought for long enough to know why my mind is moving so fast and the conversation is slow, que cantaba Neil Young.
martes, 3 de febrero de 2009
Tanta luz en los ojos
Escribir y escribir luego un poco más. Estas mañanas en las que me dedico a buscar humedad en las esquinas y no entre tus piernas. Tanta luz en los ojos, que decía yo un día de resaca. Tanta luz en tus ojos, que me decía yo la otra noche para no mirarte todo el rato el escote. Tanto pasear por la calle con la mirada perdida y que nadie me la devuelva. Tantas noches que no son mías. Tantas chicas que podrían ser ella y que sin embargo no lo son. Tantas insensateces. Y que me hagas temblar tanto, sólo tú, cuando me vanaglorio de lo poco que me importa todo el mundo.
lunes, 2 de febrero de 2009
Death of a lady's man
En una calle solitaria intento besarla. Ella aparta la cara. Bueno, nuestros besos siempre han sido un poco así.
domingo, 1 de febrero de 2009
Death of a ladies' man
—Iba a quedar con la chica más bonita de Málaga, pero lo he cancelado para verte a ti. Aunque tú eres la chica más bonita del mundo, así que podrías decirme que no tiene mérito.
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