Blessed

He sido afortunado. La vida me ha concedido las condiciones adecuadas para mantener la humildad. Imaginemos, por ejemplo, que las mujeres me hubieran adorado. ¿Cómo evitar ser un engreído, un Casanova cruel y altanero? O que mis libros se vendieran por millones, me tradujeran a cuanto idioma existe en el mundo, recibiera prestigiosos premios y la crítica loara mis obras. ¡Me creería el rey del mambo, sería inaguantable de tan envanecido! No, el dulce y sereno fracaso me mantiene con los pies en el suelo, puro candor y gentileza con todos los seres humanos.

Importar

Si luchas lo suficiente y tienes suerte, conseguirás ser único e irrepetible para alguien.

Conócete a ti mismo

«Conócete a ti mismo», decía la entrada al oráculo de Delfos. Como si esto fuera posible. ¿Quién es uno? La identidad es una ilusión, una creencia arraigada. Puedes tener mil caras, según a quién preguntes. Para tus amigos eres una persona interesante y divertida, mientras que aquella chica que no te hacía caso declara con honestidad que eres un pesado y que se te debe condenar al ostracismo. Eres todos y ninguno, ¿con quién quedarte? Con la versión más grata, claro, hay que vivir.

Ahora con un 10% menos de juventud

El otro día iban en el tren unos chavales haciendo alarde de su exuberancia juvenil delante de unas chicas y, como buen introspectivo, me puse a pensar que yo nunca tuve eso. Nunca tuve un momento de potencia física en el que pudiera impresionar a hembras humanas. Siempre fui un tirillas, un Woody Allen agitanado. En teoría, esto debería facilitar el proceso de envejecer, puesto que no vas a echar de menos lo que no has perdido, pero yo siempre he sido mucho de anhelar lo jamás alcanzado, que siempre representa un ideal sin mácula.

El buen vivir

Qué es la vida sino un constante renunciar a las cosas que uno no entiende (es decir, casi todo).

Coyuntura

Una de mis fantasías era que, algún día, en algún lugar, una atractiva mujer leyera un libro mío desnuda. Pero creo que ni siquiera en verano.

Tele

—Muchas gracias por invitarme a su programa ficticio de entrevistas.

—De nada, es un placer.

—Ficticio, ¿verdad?

—La duda ofende.

Encuentros

En la feria del libro de Madrid, cuando estaba sentado presto a firmar, idealmente, a una horda de ávidos lectores, se me acercó un chaval que me dijo:

—Hola, perdona, ¿te importa si uso el teléfono?

A mí me pareció una petición bastante absurda. ¿Por qué me iba a molestar que el chaval usara el teléfono? Así que me salió una respuesta que suelo dar a mis alumnos cuando piden algo que es evidente que pueden hacer:

—Por mí, como si te haces tirabuzones, la verdad.

Se le demudó el rostro. Abandonada toda amabilidad, me contestó:

—No, lo que te estoy diciendo es que si me dejas usar tu teléfono.

Acabáramos. ¿Desbloquear mi móvil y dárselo a un desconocido al que además me separaba una barrera física al estar yo sentado en la caseta y él de pie fuera? No parecía la mejor de las ideas.

—Ah, no lo tengo aquí —mentí.

El tipo se marchó montado en una nube de indignación. ¿Quién era ese autor de tres al cuarto que le negaba el acceso a su dispositivo electrónico? Un rato después volvió acompañado de una mujer y con un teléfono en la mano. «Adiós, simpático», me dijo con retintín. Yo le devolví el saludo con la sonrisa de un político que aspirara a la reelección.

Romanticismo moderno

—¿Por qué ese empeño en que nos casáramos?

—Se me ocurrió que era la mejor manera de ponerte difícil el ghosting.

Desde lo alto

Es fácil mantener la perspectiva desde lo alto, cuando nada de esto influye en tu vida. Por supuesto que mantienes la calma cuando esto no te afecta de ninguna forma. Tienes el bolsillo repleto de consejos cuando es la piel de otro la que arde.

Intersticios

Estoy buscando mi sitio entre las grietas que encuentro en mi ansiedad.

That summer feeling

Verano. El corazón bombeaba sangre a ritmo del pésimo reggaeton mientras en las playas se refrescaba la humanidad entera (de este hemisferio, al menos). Nos amparaba la juventud y el deseo de conquistar otros cuerpos en nombre del rey de Castilla. ¡Derribad los altos muros, oh soldados! ¡Penetrad en las estancias de los príncipes! ¡Clavad los pendones y que ondeen al viento de la victoria! O algo así, puesto que en realidad nos limitábamos a sudar en soledad mientras fantaseábamos con una vida mejor.

Elecciones generales

El otro día había mogollón de personas comprando lotería, como si estuvieran desesperadas por ser millonarias antes del domingo.

Percepciones

—El problema es que quizá he confundido mi negatividad con inteligencia.

—Eso también es muy negativo.

—O inteligente, ¿no?

El desierto

Otros han tenido dinero, belleza, don de gentes. Lo nuestro tiene más mérito, que no disponíamos de nada de eso. En fin, que no hemos vivido tan mal, a pesar de todos los inconvenientes.

Vencer

—Menos mal que siempre nos quedará la victoria moral.

—Sí, me pregunto por qué nunca nos la disputan.

Vivir

No me quiero perder nada, declaró creyendo que valía tanto ser espectador como protagonista.

Subcontrata

—Oye, la basura está llena de hormigas.

—Mejor: así la sacan ellas.

Viajar

—Todo se pierde. Antes, cuando éramos jóvenes, viajar se convertía en todo un acontecimiento. Ya no sabemos apreciar las cosas.

—Era un acontecimiento porque éramos pobres.

∞

Hasta aquí llegó el infinito. Nada se pudo hacer para evitarlo. ¿Por qué se detuvo su expansión? No hay consenso, algunos afirman que se dejó llevar por el pesimismo generalizado, que perdió el impulso inicial. Otros dicen que el infinito sigue creciendo, pero deslocalizado en universos paralelos. Es difícil saberlo.

Del calor

¡Háblame, Musa, del calor férvido que azotaba las tierras de los hombres! Nuestro héroe, el de los pies ligeros ante las dificultades (aunque éstas siempre le daban caza), se abanicaba con gesto indolente en el cuarto donde de joven había soñado con hazañas que ya no conseguía recordar mientras por las ventanas abiertas el voluble Eolo no mandaba ni un mísero suspiro en forma de brisa.

Quid

A menudo me ciño a que la idea sea divertida; que sea interesante o, peor aún, adecuada es lo de menos.

Exhibicionismo

—¿Eres feliz?

—Sí, pero el mundo no lo sabe.

Aren't you a little old for this game?

Soñé que era un anciano y por fin aparecía en un suplemento literario como una promesa de las letras de este país. Permanezcan atentos a este autor en los próximos años, tiene mucho que decir (si no se muere antes).

El don

Paul Aner meaba cerveza desde que rescató a un duende de una trampa para conejos, pero era una habilidad a la que no podía darle mucho uso, pues en las soirées todo el mundo abandonaba la mesa en cuanto sacaba el pene para rellenar las jarras. De qué servía disponer de una vejiga que producía una premium lager de baja fermentación si nadie podía ser testigo de tal proeza. Creyó encontrar la respuesta al buscarse una novia aficionada a la lluvia dorada, pero esta lo abandonó al comprobar que no era cálida orina lo que caía sobre su rostro expectante, sino fresca cerveza. Qué clase de monstruo eres, le espetó dando un portazo.

Homo homini lupus

De qué nos sirve ser mejores que los lobos. Nuestros enemigos nos han engañado con las lecciones morales. Sí, dormir con la conciencia tranquila está muy bien, pero no tanto como hacerlo en una mansión.

Una cuestión de carácter

Yo divido a las personas que conozco en dos categorías: las que habrían denunciado a Anna Frank y las que no.

Páginas encontradas

Encontré en una caja una libreta en la que anoté ideas e impresiones a modo de diario entre 2007 y 2009. Ni siquiera recordaba haber escrito nada de eso, así que fue un hallazgo de lo más interesante. Se pueden apreciar bien las etapas por las que pasa la ilusión de una persona antes de chocar con la dura realidad. Un diario del fracaso (otro más).

Las pruebas

—Ha fallado usted nuestras pruebas arbitrarias y, por lo tanto, no es digno.

—Es, sin duda, una decisión justa que acepto con humildad.

Nuevo, mejorado, más grande

Se confunden los eslóganes capitalistas con el lema olímpico. Quién no querría una vida nueva, una vida mejorada, una vida más grande. Desesperados por creer, depositaríamos lo que nos queda de fe en cualquier oferta penosa que enseguida calificaríamos de irrechazable.

El deseo de agradar

El deseo de agradar a una audiencia imaginaria dominaba su vida de tal manera que le habría hecho descuidar a su audiencia auténtica, de haber existido.