domingo, 28 de febrero de 2010

La medida

Nada es tan grave. Excepto no tenerte.

sábado, 27 de febrero de 2010

Asesinos

El descuartizador era un hombre entrañable.

viernes, 26 de febrero de 2010

Plano general

Una chica joven y bonita que balancea sus caderas en la eternidad. Un poeta borracho a pesar de ser tan sólo las seis de la tarde.
—Quisiera ser siempre bella —dice la chica.
—Lo serás: en el recuerdo —responde él.
—Qué desagradable es usted.
—No es culpa mía. Soy poeta.
—Pensaba que los poetas decían cosas bonitas.
—Sólo los malos.
—¿De verdad?
—Claro. Qué poco sabes del mundo, chiquilla.
—Es que soy muy joven, sólo tengo veinte páginas de vida.
—Yo te podría escribir unas cuantas más.
—Seguro que llenas de maldades.
—Pero maldades que valen la pena ser vividas.
—¿Me lo puedo pensar?
—No hay tiempo. Basta de burocracia. Fuguémonos juntos.
—Bueno, la verdad es que tengo libre todo el día.
Fundido en negro.

jueves, 25 de febrero de 2010

Vodevil

Suena un teléfono en una habitación vacía. Entra Alfredo Mercurio, el famoso científico. Contesta al teléfono.
—¿Sí?
—Hola. ¿Está usted interesado en agrandar su pene?
—¿Cómo dice?
—Piense que es el momento idóneo: gracias a la crisis, han caído los precios. No espere más para tener una hombría con la que satisfacer a sus vecinas.
—Pero es que no lo necesito.
—No sea ridículo. Siempre hay sitio en los pantalones para un pene más grande.
—Escuche, el universo está en constante expansión. Por lo tanto, mi pene está en constante expansión también.
Y cuelga. En ese momento entra Juan Diácono, el cura del pueblo.
—Buenos días —dice el cura.
—Buenos días —contesta el científico.
—Venía a hablarte de Dios.
—No me interesa.
—¿Cómo lo sabes? ¿Acaso lo has probado?
—No me interesa —repite Alfredo Mercurio.
—Mira, te lo puedo dejar durante quince días. Lo pruebas y me dices qué te parece. Sin compromiso.
—Bueno, pero ponlo donde no moleste.
El cura saca un crucifijo y lo coloca en la pared, presidiendo la sala.
—No me gusta ahí —dice el científico—; parece que me esté vigilando.
—Pero lo hace por tu bien.
—Mira, mételo en un armario y que me vigile las camisas.
El cura obedece, pero refunfuñando algo de que Dios no está hecho de naftalina. Entonces entra Rogelio Sastre, el modisto, cargando unas cajas de cartón.
—¿Alguien ha pedido unas camisas? —pregunta.
—No, estábamos hablando de las mías.
—Pero las que traigo están recién hechas. Calentitas.
—Me da igual, yo no las he pedido.
—Las bebidas son gratis.
—Haber empezado por ahí.
Sacan las camisas de las cajas y se las prueban. Qué cómodas son, comentan. Y además estilizan una barbaridad, apostilla Rogelio Sastre. Beben de sus refrescos cuando entra el señor Mayo, el vecino hippie que se parece a Luis XIV.
—¿Qué es todo este escándalo? —protesta—. Mis macetas no pueden dormir.
—Serán las plantas, digo yo —contesta Alfredo Mercurio.
—Mis macetas también tienen derecho, yo no discrimino —insiste el señor Mayo.
—Bien dicho; las macetas también son criaturas de Dios —interviene Juan Diácono.
—No es verdad, son criaturas del alfarero, en todo caso —corrige Rogelio Sastre.
—¿Y quién ha creado al alfarero? —pregunta el cura con tono de haber ganado la discusión.
—Pues sus padres —responde el modisto.
—Bah, con ateos es imposible —sentencia el cura.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Pequeñas tragedias

«Voy a vivir mientras suene este vals, mientras te vea bailar, hasta que la orquesta pare», piensa él; y ella sigue bailando, ajena a sus pensamientos.

martes, 23 de febrero de 2010

La vieja dialéctica

Hace una tarde primaveral de lo más agradable y vamos siguiendo una ruta muy bonita, una carretera junto al mar y campos verdes que a saber de dónde han salido. Todo muy idílico; también el tener la mano puesta en su muslo, muy arriba.
—No sé si ponerme tetas —dice ella de pronto.
Ya empezamos, pienso yo. Otra que quiere ponerse tetas falsas. Y luego dicen de nosotros.
—No lo hagas, yo soy hombre de culos —contesto.
—Sí, tú sí. ¿Pero y si me enamoro de un hombre de tetas?
—Entonces le gustarán naturales, digo yo.
—Pero yo las tengo pequeñas.
—Sí, pero son muy bonitas. Y firmes.
—¿Pero y si las quiere grandes?
—No creo que las quiera operadas. ¿O es que eres capaz de enamorarte de un cutre al que le gusten las tetas de silicona? Vale, olvida que he sido tan ingenuo como para preguntarte eso.

lunes, 22 de febrero de 2010

La vida es la misma

No creas, las cosas no han cambiado demasiado. El viejo amor sigue intacto, guardado en algún sitio olvidado, y todavía me sigo emocionando cuando durante un breve instante me parece creer que quizá vaya a funcionar la cosa. Pero es nada, un momento de duda, como aquello que decías tú: «a veces me dan ramalazos de ganas de ti». Es algo así. Claro que luego me olvido de estas fantasías, recuerdo que la vida es de otra manera y vuelvo a mostrarme disconforme, que la resignación es de cristianos.

domingo, 21 de febrero de 2010

Consejos a un poeta que escribía en morse

Olvídese de los bonitos peros y no ame usted demasiado, que no tiene costumbre; a ver si se va a lesionar o algo. En fin, menos mal que tiene hechuras de maldito y que la tristeza es una gabardina que le sienta estupendamente. Además, el desdén hace juego con sus ojos. Está usted tan atractivo acodado en la barra del bar.

sábado, 20 de febrero de 2010

Y todo

Y me despierto con sabor a sangre en la boca y me pregunto si será una señal, si es la forma que tiene la muerte de contarme sus planes para mí o qué. Y no ha parado de llover en toda la noche. Y toda la mañana lloviendo también. Y yo escupiendo sangre en el cuarto de baño. Y yo cantando temas de los Smiths para pensar y no pensar en ella. Y yo leyendo a Cummings en una ciudad extraña. Y la cama vacía. Y el alma también. Y un poema a medias, en la mesa, mirándome con ojos acusadores, como si quisiera decirme que la vida es para otros y yo tengo unas obligaciones ineludibles.

viernes, 19 de febrero de 2010

La abundancia

Y con noventa años piensa:
estoy tan cansado;
debe de ser porque tengo
todo el tiempo del mundo.

jueves, 18 de febrero de 2010

Historias ñoñas

La soledad de todo esto, dijo ella. La soledad de estar solo, contestó él, que era menos serio. Ella refunfuñó como sólo lo hacen las mujeres bonitas. Él sonrió como sólo lo hacen los hombres felices.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Franz

Y no queda nada aquí, en el Gran Teatro de Oklahoma, salvo las huellas de un artista del hambre y el deseo de ser piel roja.

martes, 16 de febrero de 2010

Deconstrucción

empieza la vida en tus ojos
y termina en el poema

lunes, 15 de febrero de 2010

Un momento romántico

—Hoy he escrito un poema de amor en el cuarto de baño.
—Qué romántico.
—No estaba cagando, por si lo estás insinuando.
—Menos mal. ¿Qué hacías?
—Me afeitaba. Y de pronto lo vi todo claro. Pensé: sería tan fácil cortarme el cuello ahora, en este momento. Salvo que no me estaba afeitando con una navaja clásica de barbero, claro, sino con una maquinilla eléctrica. Y la verdad es que no veo cómo podría uno degollarse con eso.
—Seguro que encuentras la manera si te pones a ello.
—Claro que sí, soy un tipo ingenioso. Pero no nos salgamos del tema. Estaba yo en el cuarto de baño fabulando que sujetaba una afilada navaja en vez de un utensilio eléctrico y que me hacía una segunda sonrisa bajo la auténtica, cuando me dije: estoy enamorado.
—No veo la relación entre una cosa y la otra, la verdad.
—Es que pensé en ti, cariño. Pensé en ti encontrando mi cadáver suicidado porque sí, sin motivo alguno y sin notas en las que te responsabilizara de mi muerte para que te sintieras culpable toda la vida. Y se me ocurrió que eso es porque te quiero. Porque imagino mi muerte y eres tú quien viene a mi cabeza. Y además en mis fantasías suicidas no te culpo de nada, eso también tiene que significar algo. Así que escribí unos versos en un pedazo de papel higiénico.
—Creo que estoy tan complacida como preocupada.

domingo, 14 de febrero de 2010

El hambre

Recibí una llamada de la chica más importante de mi vida. Me dijo que me quería. Después de siete años, sí que le ha costado darse cuenta, pensé. Pero aunque me quería, no podíamos estar juntos, me aclaró. Tenía que ser un amor en la distancia. «Yo te quiero a ti y tú a mí, pero lejos, cada uno con su vida». ¿Y qué sentido tiene eso?, pregunté yo. «Pues que así no lo estropeamos», dijo ella, «así siempre nos desearemos, pues será un apetito que nunca podremos saciar».
No sé si morir de hambre era la clase de amor que tenía yo en mente, contesté.

sábado, 13 de febrero de 2010

Una madrugada

Me despierta movimiento en la cama. Es ella, que, de espaldas, se restriega contra mí. Dándose cuenta de que ya estoy despierto, me coge la mano y se la lleva a los pechos. Así da gusto que lo saquen a uno del sueño, pienso.
Después del sexo, miro un momento la ventana. Empieza a clarear, pronto saldrá el sol. Me acuerdo de cuando tonteábamos, de cuando decíamos que un día teníamos que ver juntos el amanecer. Pero hoy no será, que enseguida volvemos a estar dormidos.

viernes, 12 de febrero de 2010

El infierno

«Yo a ti te he visto en el infierno», le dice un hombre a otro en el metro. El señor interpelado mira su imagen reflejada en la ventana del vagón, pero no se ve más endemoniado que de costumbre. «Me confunde usted con otro, caballero», responde con calma. «A mí no me engañas, te vi anoche jugando a las cartas con el diablo», masculla el otro hombre. «Imposible», insiste el hombre acusado, «ni siquiera sé jugar a las cartas». Con titubeos, el otro reconoce que estaba un poco oscuro y que quizá fuera al ajedrez a lo que estaban jugando. «Se sigue equivocando usted: jugábamos a las damas», responde con suma dignidad el hombre justo antes de bajarse en su parada.

jueves, 11 de febrero de 2010

Cuentos y cuentos

Estamos paseando una noche gélida por una ciudad fantasma y voy respondiendo a todo lo que dice ella como si fuéramos los protagonistas de una historia que voy improvisando. Hablando en tercera persona, como si no fuéramos nosotros, sino otros, personajes que necesitan un relato en el que existir. Y así estamos un rato hasta que de pronto dice:
—¡Míchel, deja de narrar!
Y yo me callo, pues no se me ocurre mejor manera de terminar.

miércoles, 10 de febrero de 2010

L'amour

—Cásate conmigo, nena. Renuncio a Satanás y a todas sus obras. Bueno, menos a ti, claro.

martes, 9 de febrero de 2010

Capítulo 1975

Hay que bajar al infierno en busca de la belleza. Y aquí estoy, en la playa, en febrero, en un verano que ha empezado cuando no le tocaba. Hay guiris resucitados tomando las calles. Hay una brasileña sentada a mi lado, en la arena, pegando su cuerpo al mío, aunque su cuerpo ya no es lo que era, ahora es todo hueso. Hay aviones en descenso aproximándose al aeropuerto cercano. Hay aves en la superficie del mar. Hay nubes de polución en el horizonte. Y no hay mucho más.

lunes, 8 de febrero de 2010

Fragmento

Yo te escribiría poemas en morse para que pudieras taconear, para que bailaras toda la noche las palabras, las confesiones de amor contraproducentes, todos los «te echo tanto de menos» que me callo porque no hay manera.

domingo, 7 de febrero de 2010

Ça a commencé comme ça

Y es verdad el misterio, pero no el amor, dice ella. Y él no dice nada porque está detenido en un silencio que es eterno y que nunca duerme. Algo así como la muerte, pero con mejores vistas.
Y es tanta la belleza que vive sólo en mis ojos, piensa él, que puede que sea yo, pero cómo saberlo a estas horas de la noche.

sábado, 6 de febrero de 2010

La autarquía sentimental

Me convencieron para colaborar en una guerra que no era la mía, pero me conmovieron con sus palabras de causas justas, causas perdidas, causas por ganar. O quizá fue porque me dieron patente de corso para naufragar en aguas enemigas, neutrales y amigas. En cualquier caso, ya son cinco meses que escribo allí y todavía no me he hecho publicidad aquí.

Autobombo descarado y otras maniobras mezquinas:
La autarquía sentimental

viernes, 5 de febrero de 2010

un oasis de horror

una ciudad de ladrillo gris y yo en medio de ella escribiendo poemas que no te llevo por falta de interés o de vida o de luz en estas calles en las que me pierdo buscando una salida a ninguna parte

jueves, 4 de febrero de 2010

Los amores equivocados

—Te voy a echar de menos —le dice él.
—Seguro que tienes allí unas cuantas dispuestas a consolarte —contesta ella con una sonrisa.
Puede, pero para mí significan tan poco como yo para ti, piensa él.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Díselo con flores

Es interesante trabajar como repartidor para una floristería. Siempre llevándoles flores a chicas guapas (pocas veces no lo son). En realidad, es perjudicial para el corazón. Mujeres preciosas que te abren la puerta y de pronto sonríen, plenas de felicidad. Uno se siente amante de todas ellas. Sin embargo, luego te dan las gracias y cierran la puerta.

martes, 2 de febrero de 2010

Las meditaciones de los perros

Mi perro mira el horizonte. Qué buscará, me pregunto yo. ¿Una ruta hacia las Indias? ¿Pensará en América? ¿Querrá ir al Nuevo Mundo a hacer fortuna? Igual piensa en el amor, en alguna relación perdida. Claro que mi perro no tiene demasiada vida social y siempre sale de casa acompañado de algún ser humano entrometido. Me siento a su lado, pero sigue mirando impertérrito a lo lejos. ¿Estará simplemente meditando? Las meditaciones de los perros no es mal título, así que lo apunto para el futuro, que, ahora que lo pienso, quizá sea lo que busca con tanto ahínco en el horizonte.

lunes, 1 de febrero de 2010

La ley

Llamaron a la puerta. Era un policía, que quería detenerme. Por qué delito, pregunté yo. Por abrir la puerta sin licencia, me contestó. Era una nueva legislación, por lo visto, una para ordenar la vida diaria, que era caótica y sin sentido. Ahora se requerían permisos especiales para los quehaceres que habían sido cotidianos hasta ese momento. Un carnet para pasear sin rumbo, por ejemplo. Otro para silbar (después de un curso de tres años en el conservatorio). Yo no había solicitado una licencia para abrir la puerta de mi casa, así que me exponía a una buena multa.