Este es el estado de ánimo con el que se levantan los suicidas, pienso mientras me visto con parsimonia en una habitación de hotel decorada al estilo de los años cincuenta (españoles, no estadounidenses). Hay una silla en la habitación, pero no tengo ninguna cuerda. De todos modos, la silla es demasiado endeble como para subirse a ella. Si tuviera una cuerda, y suponiendo que pudiera colgarla de la viga sin necesidad de una silla, tendría que tomar carrerilla e intentar meter la cabeza en el lazo de un salto. Suicidios olímpicos.
Pero supongo que morir aquí sería apropiado.
Cojo mi equipaje y salgo de la historia.
sábado, 31 de enero de 2009
miércoles, 28 de enero de 2009
Étiquette
Hay que levantarse un día más a perseguir la quimera. Hoy sí, tal vez, puede que sea hoy. Seguro, es fácil. Fíjate bien en los otros, imítalos. Átate bien los cordones, no andes encorvado. Sonríe, pero no demasiado, no asustes a nadie. Copia los sonidos que hacen cuando hablan. Sigue a los que se apresuran, si tienen tanta prisa será porque algo bueno les espera al final de su caminar. No te rindas hoy ni mañana. Tú también puedes fingir que estás vivo, como todos los demás.
La corbata es opcional.
La corbata es opcional.
martes, 27 de enero de 2009
La distancia
Estoy cansado de tener que alejarme siempre. Pues no te alejes, quédate cerca, me diría ella medio en broma. Pero no es alejarse, sino tener que hacerlo. Cuando ni siquiera es la cura. No es más que un remedio medieval, un remedio que tan sólo asegura la muerte del paciente (que también es segura sin tratamiento). Tampoco sé si así acelero o freno la enfermedad. De esto, como de tantas cosas, apenas sé nada.
lunes, 26 de enero de 2009
Demonios
«Quiero que te pongas las medias de mi difunta esposa», le pide con ojos llorosos a la prostituta. Vaya, otro cliente raro, se dice ésta antes de ponérselas. «María», dice el cliente cuando la ve pasearse por la habitación. Después se abalanza contra ella, la tira en la cama, la sujeta, la penetra violentamente, empieza a golpearla, rodea su cuello con las manos y aprieta hasta que la prostituta muere por asfixia. Hecho esto, se aparta los cabellos ralos de la cara, se sube los pantalones, le quita las medias a la muerta y se marcha. Exactamente como las seis veces anteriores.
domingo, 25 de enero de 2009
Aniversarios
Quizás hace falta poco para corromperme, querida. O quizás no me dejo corromper por cualquiera. Quién sabe. Podríamos tener una larga luna de miel en el exilio e intentar averiguarlo.
sábado, 24 de enero de 2009
Liturgia
Yo creía en muchas cosas, pero ya no. Y como es lógico, no me importa. Pero todavía podría fundar una religión sobre tu cuerpo y el mío. Te haría comulgar todos los días.
viernes, 23 de enero de 2009
Onirismos
Doctor, dedico un tiempo que no tengo a recordar una vida que no he vivido. Me paso el día entero perdido por los pasillos de mi imaginación, entrando de vez en cuando en habitaciones ocupadas por chicas que no recuerdo. Ellas, sin embargo, sonríen como si me conocieran, o quizás como si no me conocieran pero me amaran igualmente. Siempre hay un plato de sopa en la mesa, lluvia en la ventana, fuego en la chimenea, palabras de amor junto al oído.
jueves, 22 de enero de 2009
Ciertas bondades
Me dice Alba que soy mala persona. En realidad, me lo dice de otra manera: dice que soy un cabrón. Teniendo en cuenta que hace once años que nos conocemos, me molesta oír eso. Ante mis quejas, matiza un poco: «creo que en el fondo eres bueno, pero te portas bastante mal». Luego añade: «estoy segura de que todas las chicas con las que has estado te querían más que tú a ellas». Qué injusticia, pienso yo, pero reacciono enseguida. Como he dicho, son ya muchos años, y por eso sé que sólo lo dice para enfadarme, así que no le hago caso. Sonrío y asiento, lo que es un poco tonto, pues estamos hablando por teléfono.
Un rato después, recuerdo que Adriana me dijo que se me nota en la cara la maldad. «Pues cuando nos conocimos, me dijiste que tengo cara de buena persona», me defendí yo. «Ya, pero te mentí», contestó ella.
Un rato después, recuerdo que Adriana me dijo que se me nota en la cara la maldad. «Pues cuando nos conocimos, me dijiste que tengo cara de buena persona», me defendí yo. «Ya, pero te mentí», contestó ella.
miércoles, 21 de enero de 2009
Ligando (o algo parecido)
Me dice que ya está bien, que si sigue bebiendo va a follarme en alguna esquina. «Casualmente tengo algo de dinero, te invito a otra cerveza», le digo yo, pero ella no acepta.
martes, 20 de enero de 2009
Decadencias
He quedado hoy con unos amigos para jugar al pádel. Quizás ya va siendo hora de buscarme una cuarta ex novia.
lunes, 19 de enero de 2009
Contra la soledad
Qué triste es todo esto si ignoramos los matices, que de hecho no sé muy bien cuáles son. La salud, supongo, sería uno de ellos. Tengo una excelente salud, aunque no puedo dedicarla a nada. Escale usted el Everest, me dice un señor que surge de la nada o quizás de la imaginación. Es que no se me ha perdido nada ahí arriba, le contesto yo. Bah, es usted un quejica, en la cima del mundo los problemas son otros, responde él. Claro que sí. La falta de oxígeno, por ejemplo. Los aludes. El abominable hombre de las nieves. La imposibilidad de mantener una conversación coherente con alguien. Bueno, ese último ya lo tengo aquí.
domingo, 18 de enero de 2009
Contra la vida
Uno escribe para cambiar el mundo, dice alguien que se parece a mí y que no puede escapar del espejo. Yo le respondo que uno escribe para una chica, y cuando la chica no te contesta, empiezas a escribir para ti. Te da entonces por hablar solo, te embarcas en un soliloquio bastante triste y aburrido. Es algo que pensé este verano, cuando empecé a hablarle al arroz con pollo que estaba preparando. Supongo que le estaba hablando más al pollo que al arroz, claro. En cualquier caso, esto último tampoco es una locura tan grande, que escribir un diario también es hablar solo (todavía no ha contestado ningún diario, por suerte). Querido diario, no hay nadie aquí, salvo la sombra de una vida. Aunque yo a ratos veo desde mi ventana la vida entera. Y qué pocas mujeres desnudas pasan por ella.
sábado, 17 de enero de 2009
Saudade
Qué fría mañana. No sabes lo que echo de menos entrar en calor azotándote ese inmaculado culo. Claro que, por otra parte, nosotros no sabíamos lo que eran las mañanas.
viernes, 16 de enero de 2009
Huesos de color canela
Hoy han desenterrado a los abuelos para hacer sitio en el cementerio a los nuevos muertos. La juventud desplaza a los ancianos incluso en la muerte, he pensado. Los últimos modelos de muertos sustituyen a los antiguos. En cualquier caso, mis abuelos estaban irreconocibles, podrían haber pasado por los abuelos de otros. Sólo eran harapos y huesos de color canela. «Pobre Yorick; yo lo conocí, Horacio», le he susurrado a mi hermana, que ha respondido a esto dándome un codazo. Luego le han preguntado a mi madre si queríamos un nicho o si preferíamos incinerar los huesos. A mí me gustan los muertos poco hechos, he pensado yo.
jueves, 15 de enero de 2009
Personas de celuloide
Hay que respirar despacio, el pecho puede reventar de felicidad. Mas esto seguramente sea falso.
miércoles, 14 de enero de 2009
Les amants réguliers
—Estoy anotando en una libreta mensajes que me has mandado al móvil. Este es de noviembre.
—¿Y qué te digo?
—Cosas muy fuertes.
—¿El qué? ¿Que te quiero follar?
—Que me echas de menos.
—Bah, vete a la mierda.
—¿Y qué te digo?
—Cosas muy fuertes.
—¿El qué? ¿Que te quiero follar?
—Que me echas de menos.
—Bah, vete a la mierda.
martes, 13 de enero de 2009
La fama (a ratos)
Un periodista me hace una entrevista, es una sensación extraña. Cada vez que apunta algo en la libreta, me pregunto si no habré dicho una tontería.
lunes, 12 de enero de 2009
La vejez en bicicleta
Ahora que estoy jubilado, ahora que estoy en el otoño de la vida, me entretengo por las tardes dando largos paseos en bicicleta. La verdad es que también me lo ha aconsejado el médico, pero eso es lo de menos, yo lo hago para sentir una velocidad que ya no siento en la vida, para disfrutar de la suave caricia de la brisa en mi cabellera cana mientras atravieso como una exhalación el tráfico rugiente. Bueno, exagero un poco, en realidad me tomo con calma el pedaleo, soy un ciclista paciente. Paciente y crepuscular. Me dedico por tanto a circular a una velocidad prudente y sólo me detengo para observar a las muchachas en flor. Me gusta verlas sonreír, pues ya no me relaciono con mujeres que tengan todos los dientes. Si yo tuviera cuarenta años menos, me digo. Pero no es así, abuelo, parecen decirme con la mirada. Así que suspiro, me seco el sudor de la frente, echo una última mirada en su dirección y sigo pedaleando.
domingo, 11 de enero de 2009
El señor Belvedere sale de casa
El señor Belvedere sale de casa, lo que en principio no es demasiado relevante, pero así comienza nuestra historia. El señor Belvedere lleva un bombín en la cabeza y un bastón en la mano, aunque sería más original al revés. El señor Belvedere se parece a Hércules Poirot, pero sólo los jueves y hoy es lunes. El señor Belvedere se detiene en un kiosco y le pide al kiosquero, que por cierto es tuerto, un periódico con buenas noticias. El señor Belvedere lee el titular: War is over (if you want it). El señor Belvedere le pregunta al kiosquero «¿por qué es usted tuerto?» y éste responde «porque me falta un ojo». El señor Belvedere, como ya se dijo en otra ocasión, es anticuario y tiene su tienda de antigüedades en la otra parte de la ciudad. El señor Belvedere viaja en metro junto al narrador y se queja de que cada frase empiece con «el señor Belvedere», como si se tratara de un cuento infantil. El señor Belvedere sale del metro y cruza la calle nevada; la señorita Rottenmeier le abre la puerta de la tienda.
sábado, 10 de enero de 2009
Frío
Si tiemblo es por frío, no te equivoques. Un frío en los huesos que quisiera quitarme contigo, que siempre rehúyes mi compañía. Me obliga este deseo de vivir que me acompaña a todas partes. Pero puede que sepa desde hace mucho que esta enfermedad de días sin ti no va a desaparecer. Deliro y agonizo en mi febril estado. Quizás por eso me parece que tus pezones no han dejado de mirarme en toda la noche.
viernes, 9 de enero de 2009
La vida como telecomedia (2)
—A lo mejor te liaste con él por masoquismo, nena. ¿No lo has pensado?
—¿Me acabas de llamar «nena»?
—¿Yo? Habrá sido otro.
—¿Me acabas de llamar «nena»?
—¿Yo? Habrá sido otro.
jueves, 8 de enero de 2009
La vida como telecomedia
—Yo entiendo perfectamente que el amor se transforma. Sé que la atracción que siento ahora por mi novia no será la misma dentro de treinta años y que me fijaré en otras cosas.
—Sí, en las chicas jóvenes por la calle.
—Sí, en las chicas jóvenes por la calle.
miércoles, 7 de enero de 2009
Alone again or
Le decía yo hace poco a una chica que el amor no correspondido es el que tiene que justificarse siempre, el que se ve obligado a responder a preguntas como «¿por qué me quieres?» y presentar alegatos a afirmaciones como «no me conoces». Si dos personas se gustan al poco de conocerse, ninguna esgrimirá el «no me conoces» para neutralizar el amor del otro. No es conveniente. Por el contrario, pobre del que se encuentre solo en su deseo, pues tendrá que explicarse y justificarse continuamente. «Me gustas por esto, querida, todas mis razones son válidas». Como si fuera una fórmula matemática que hay que demostrar. Se dan incluso casos de extremo ridículo en los que hay que narrar el momento exacto en el que el acusado se enamoró de la demandante. «Sí, fue cuando te tocaste el pelo por tercera vez, entonces me enamoré de ti».
Claro que a veces uno sólo quiere saber. Yo a una chica le pregunté en cierta ocasión: «¿por qué te gusto?». No porque no fuera mutuo, que ya entonces estaba yo rendido a sus encantos (de hecho, esto fue en la cama), ni por poca autoestima, sino porque nunca me había dicho nada al respecto, así que me daba la impresión de que le gustaba porque sí, y a mí los porque sí y los porque no nunca me han gustado nada, que bastante arbitraria es ya la vida como para que colaboremos con ella. Así que después de follar le pregunté. Recuerdo que me miró con sincero asombro y me preguntó si lo decía en serio. Contesté que sí. Ella sonrió y me dijo todo lo que le gustaba de mí, un montón de cosas que sentaban fabulosamente bien al ego. Como era de esperar, no consigo recordar ni una palabra.
Claro que a veces uno sólo quiere saber. Yo a una chica le pregunté en cierta ocasión: «¿por qué te gusto?». No porque no fuera mutuo, que ya entonces estaba yo rendido a sus encantos (de hecho, esto fue en la cama), ni por poca autoestima, sino porque nunca me había dicho nada al respecto, así que me daba la impresión de que le gustaba porque sí, y a mí los porque sí y los porque no nunca me han gustado nada, que bastante arbitraria es ya la vida como para que colaboremos con ella. Así que después de follar le pregunté. Recuerdo que me miró con sincero asombro y me preguntó si lo decía en serio. Contesté que sí. Ella sonrió y me dijo todo lo que le gustaba de mí, un montón de cosas que sentaban fabulosamente bien al ego. Como era de esperar, no consigo recordar ni una palabra.
martes, 6 de enero de 2009
Diario
Por la tarde, una chica me dijo que soy orgulloso, grosero, injusto y cruel. Por la noche, quedamos.
lunes, 5 de enero de 2009
La otra vida
Hoy ha sido el funeral de la tía Virtudes. El padre Anselmo ha hablado de la inmortalidad del alma en su sermón y yo he pensado que tiene que ser un gran consuelo creer que todos estos fracasos vitales en realidad no significan nada, que no importan en absoluto, que la vida es tan sólo una enorme broma y que lo importante viene después. He pensado luego en la tía Virtudes, en todos esos tics que tenía, esos guiños incontrolables. ¿Conservará el alma los tics en la otra vida?, me he preguntado. Se lo he dicho a Martín, que se ha reído de mí y me ha contestado que el alma no puede tener tics de ningún tipo, pues no es corpórea. «El alma es como vapor», me ha asegurado. He aquí una teoría interesante, me he dicho, la muerte no es más que evaporación. «Claro», le he contestado, «las almas son las nubes que surcan el cielo». «Bueno, no exactamente, pero sí, el alma es como un gas», ha respondido él. Se me ha ocurrido entonces que estaría bien que alguien pusiera a la venta refrescos carbonatados con almas. A eso sí podríamos llamarlo bebidas espirituosas.
domingo, 4 de enero de 2009
Favores
Podríamos dormir juntos esta noche, le digo yo. Pero ella me contesta que no puede hacerme eso, que el fracaso hace juego con mis ojos y me hace parecer más delgado, que mi piel resplandece de derrota y que, en fin, los ganadores, admitámoslo, no tienen tanta gracia.
sábado, 3 de enero de 2009
La vida
Me digo que esas náuseas con las que me levanto cada mañana me las provoca la vida. O eso o estoy embarazado, claro, pero ambas opciones son bastante tontas. No importa; la vida, al fin y al cabo, es una mentira que se han inventado otros. Las chicas entran al cuarto de baño a meterse coca y yo estoy en otra parte.
Se me ocurre de pronto que se nos han ido los mejores años de nuestra vida en no estar juntos.
Se me ocurre de pronto que se nos han ido los mejores años de nuestra vida en no estar juntos.
viernes, 2 de enero de 2009
Reuniendo los pedazos
Aquí es donde termina nuestra historia, en este punto geográfico, en este día de la semana, en esta hora de la noche. Vivo aquí, donde nadie me espera. Mi amor me lo guardo como me guardo tantas cosas. Lo olvido todo con facilidad. Yo escribo para molestar.
jueves, 1 de enero de 2009
Año nuevo, vida nueva
—Tendrías que verme ahora, te iba a gustar mucho. Estoy muy guapa, de hecho no creo que hayas visto en tu vida una chica tan guapa. Te iba a encantar.
—¿Y cómo estás tan segura?
—Porque te conozco.
—A ver, imagino que llevas un vestido y el pelo suelto.
—Sí. Y un tanga rojo muy bonito.
—Así me gusta. Pero seguro que te has maquillado.
—No, sólo me he pintado los labios.
—¿Seguro?
—En serio. Oye, tengo que dejarte, que este va a pensar que estoy tardando mucho.
—Vale, cuídate.
—Un beso.
—¿Y cómo estás tan segura?
—Porque te conozco.
—A ver, imagino que llevas un vestido y el pelo suelto.
—Sí. Y un tanga rojo muy bonito.
—Así me gusta. Pero seguro que te has maquillado.
—No, sólo me he pintado los labios.
—¿Seguro?
—En serio. Oye, tengo que dejarte, que este va a pensar que estoy tardando mucho.
—Vale, cuídate.
—Un beso.
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