—¡Una araña! Mátala, rápido, antes de que se escape.
—Tranquila, ya voy. Hecho, ya está muerta.
—Ay, pobrecita.
—Joder, no haberme dicho que la matara.
domingo, 30 de junio de 2013
sábado, 29 de junio de 2013
MasterWriter
—¿Qué es esto?
—Es un relato.
—¿Esto? ¿Tú crees que puedes presentar esto a los lectores?
—Es que he tenido poco tiempo.
—Has tenido el mismo tiempo que tus compañeros.
—Ya, pero...
—Nada de peros, esto es inadmisible.
—Tiene usted razón, me ha podido la presión. No he sabido elegir los elementos adecuados para componer el texto.
—Y este final atroz. Te has apresurado. No has organizado bien el tiempo con el que disponías.
—Lo siento.
—Sentirlo no va a enmendar el texto. Vuelve a tu sitio.
—Es un relato.
—¿Esto? ¿Tú crees que puedes presentar esto a los lectores?
—Es que he tenido poco tiempo.
—Has tenido el mismo tiempo que tus compañeros.
—Ya, pero...
—Nada de peros, esto es inadmisible.
—Tiene usted razón, me ha podido la presión. No he sabido elegir los elementos adecuados para componer el texto.
—Y este final atroz. Te has apresurado. No has organizado bien el tiempo con el que disponías.
—Lo siento.
—Sentirlo no va a enmendar el texto. Vuelve a tu sitio.
viernes, 28 de junio de 2013
Aquella jugada irrepetible
Como escritor, he sido como un futbolista de ráfagas, de destellos, de momentos puntuales. Ah, qué grande podría haber sido si no se hubiera dejado llevar por la indolencia, dicen algunos de mí, si se hubiera centrado, si no hubiera llevado unos horarios tan anárquicos, si hubiera entrenado de forma asidua. Pero no supe, no pude, no quise.
jueves, 27 de junio de 2013
La semilla
En una cueva junto al Mar Muerto se ha
encontrado una vasija que contiene semen. Esto de por sí no sería especialmente noticiable, pero hay quien afirma que se trata
de semen de Jesucristo. Algunas sectas han declarado que el semen de
Jesús es bendito y que la verdadera comunión se haría con él y no con la
sangre. El Papa ya ha dicho que no.
miércoles, 26 de junio de 2013
Algo importante
Hubo una época en que tenía prisa, aunque no sabía para qué. Una sensación de urgencia me acompañaba a todas partes. Te estás quedando sin tiempo, te están comiendo el terreno, da un puñetazo en la mesa de una vez o será tarde. Pero nunca supe qué era tan acuciante y finalmente me olvidé del asunto.
martes, 25 de junio de 2013
La literatura fantasma (2)
—Pero yo nunca tuve éxito en vida —dice el fantasma al escritor que lo ha convocado de entre los muertos.
—Precisamente. ¿No tienes ganas de vengarte de quienes no creyeron en ti?
—Ya lo hago. Atormento por las noches a los editores que me rechazaron.
—¿Cómo?
—Les cambio las cosas de sitio.
—¿Y ya está?
—Son gente ordenada y meticulosa, no lo soportan.
—¿Eso es todo? ¿No tienes ambición? ¡Normal que no triunfaras!
—Oiga, yo estaba lleno de ambición, pero la muerte hace que te tomes las cosas con calma. ¿De qué me sirve a mí ahora escribir desde ultratumba? Si no necesito dinero y tampoco va a citarse mi nombre. Uno en la muerte se conformaría con la gloria, aunque no tenga tampoco gran utilidad práctica.
—Precisamente. ¿No tienes ganas de vengarte de quienes no creyeron en ti?
—Ya lo hago. Atormento por las noches a los editores que me rechazaron.
—¿Cómo?
—Les cambio las cosas de sitio.
—¿Y ya está?
—Son gente ordenada y meticulosa, no lo soportan.
—¿Eso es todo? ¿No tienes ambición? ¡Normal que no triunfaras!
—Oiga, yo estaba lleno de ambición, pero la muerte hace que te tomes las cosas con calma. ¿De qué me sirve a mí ahora escribir desde ultratumba? Si no necesito dinero y tampoco va a citarse mi nombre. Uno en la muerte se conformaría con la gloria, aunque no tenga tampoco gran utilidad práctica.
lunes, 24 de junio de 2013
La literatura fantasma
—Buenos días, me gustaría alquilar un apartamento encantado.
—Tenemos muchos apartamentos encantadores. Con vistas a la playa.
—No, no, yo lo quiero encantado.
—¿Quiere decir embrujado? ¿Para pasar las vacaciones?
—Sí.
—No sé si tenemos pisos endemoniados, déjeme buscar en la base de datos.
—No, con demonios no. Yo lo quiero con fantasmas.
—¿Poltergeists?
—No, yo busco uno con algún fantasma civilizado. Con estudios universitarios, a ser posible.
—Hace usted unas peticiones muy raras.
—Hago peticiones concretas porque sé exactamente lo que busco. Verá, yo soy escritor, ¿sabe? Y estoy pasando por un bloqueo creativo, lo cual es un problema gordo, ya que se me echa encima la fecha de entrega. Se me ocurrió que podría contar con los servicios profesionales de un negro literario, pero estas cosas cuestan dinero y, admitámoslo, el negro podría irse luego de la lengua. Luego pensé que el término que utilizan en inglés para esta labor es la de ghostwriter: escritor fantasma. Y me dije: ¿por qué no probar con un escritor fantasma de verdad? Uno que no me cobre. Uno que tuviera una muerte violenta y le quedaran cosas por decir.
—Bien. Deme un minuto para mirar en la base de datos.
—Tenemos muchos apartamentos encantadores. Con vistas a la playa.
—No, no, yo lo quiero encantado.
—¿Quiere decir embrujado? ¿Para pasar las vacaciones?
—Sí.
—No sé si tenemos pisos endemoniados, déjeme buscar en la base de datos.
—No, con demonios no. Yo lo quiero con fantasmas.
—¿Poltergeists?
—No, yo busco uno con algún fantasma civilizado. Con estudios universitarios, a ser posible.
—Hace usted unas peticiones muy raras.
—Hago peticiones concretas porque sé exactamente lo que busco. Verá, yo soy escritor, ¿sabe? Y estoy pasando por un bloqueo creativo, lo cual es un problema gordo, ya que se me echa encima la fecha de entrega. Se me ocurrió que podría contar con los servicios profesionales de un negro literario, pero estas cosas cuestan dinero y, admitámoslo, el negro podría irse luego de la lengua. Luego pensé que el término que utilizan en inglés para esta labor es la de ghostwriter: escritor fantasma. Y me dije: ¿por qué no probar con un escritor fantasma de verdad? Uno que no me cobre. Uno que tuviera una muerte violenta y le quedaran cosas por decir.
—Bien. Deme un minuto para mirar en la base de datos.
domingo, 23 de junio de 2013
El butrón
Entraron en el banco por el butrón y vieron un conejo blanco que corría con un reloj en la mano.
sábado, 22 de junio de 2013
Los universos paralelos
Martes por la noche. Sexto partido de la final de la NBA entre Miami Heat y San Antonio Spurs. Quedan veintiocho segundos y San Antonio gana de cinco. Van a ser campeones los Spurs. Sin embargo, los Heat consiguen empatar en ese tiempo y van a la prórroga, donde ganan. Habrá séptimo partido. Y a mí me embarga una sensación de irrealidad que, creo, sienten también algunos jugadores. Algo va mal, estamos en el universo que no tocaba. Aquí ha sucedido algo propio de la ciencia ficción, se ha cometido un error irreparable en el espacio-tiempo y estamos en una línea temporal equivocada. Al día siguiente, muere James Gandolfini y ya no consigo escapar de esa sensación de estar en el universo incorrecto (esto explicaría también muchas otras cosas).
viernes, 21 de junio de 2013
El enebro
El perro le está ladrando al enebro del jardín. Como si supiera algo que yo no. Me acuerdo entonces del cuento de los hermanos Grimm, del niño asesinado por su madrastra, el canibalismo y los huesos enterrados bajo el árbol. Y empiezo a preguntarme dónde está mi hijo y si puedo fiarme de mi mujer.
jueves, 20 de junio de 2013
Astronáutica
«Cada año crecerás un poco más», le dice a su hijo. «Qué bien, es como ser un astronauta», contesta el niño. «¿A qué te refieres?», pregunta el padre. «Pues que me están lanzando al espacio, sólo que poco a poco».
miércoles, 19 de junio de 2013
La antigravedad
—Buenas, venía a que me financiaran un dispositivo antigravitatorio que he inventado.
—Fabuloso, eso puede significar una revolución en el transporte mundial. Cuente, cuente.
—No, la verdad es que todavía no he logrado contrarrestar la gravedad en personas enteras. Yo tenía pensado comercializar unos collares que elevaran las tetas.
—¿Qué?
—Como el wonderbra, pero sin él. Sería muy práctico para hacer topless y epatar en la playa.
—Fabuloso, eso puede significar una revolución en el transporte mundial. Cuente, cuente.
—No, la verdad es que todavía no he logrado contrarrestar la gravedad en personas enteras. Yo tenía pensado comercializar unos collares que elevaran las tetas.
—¿Qué?
—Como el wonderbra, pero sin él. Sería muy práctico para hacer topless y epatar en la playa.
martes, 18 de junio de 2013
Los años que perdí jugando a ser escritor
Una vez, quise ser escritor. Por una mujer, que es por lo que siempre se mete la pata (o quizá fueron varias mujeres, ya no me acuerdo). Pero creí que había una silla para mí en el Parnaso y me puse a la cola. Nunca me llamaron, aunque nunca dejé de creer. Los últimos serán los primeros, como decía el personaje de ficción más exitoso de la historia. Al fin y al cabo, algunas chicas decían que escribía bien. Que escribía bonito. Y algún profesor despistado del instituto me veía potencial. Tú harás grandes cosas, Noguera: o escritor o dictador, pero con ese ego tienes que hacer algo. Sólo que no hice nada. Me dejé llevar por la indolencia, que se me daba mejor. Además, me faltaban seguidores para dedicarme a la autocracia, pero por suerte la literatura era una actividad solitaria. Yo no necesito a nadie, solía decirme. Pero esto tampoco era verdad. Más bien nadie me necesitaba a mí y esto lo aprendí tarde, como todo lo demás. Las editoriales tampoco me necesitaban. Agradecemos su interés, señor Noguera, pero no. Vaya, escribir es como amar, pensé. Y lo seguí intentando, claro, por pura testarudez. El mundo está equivocado, cambiemos el mundo para que se adapte a mis deseos. Pero el mundo no se dejó y me derrotó una vez, dos veces, mil veces. Y yo me levantaba de nuevo, simulando una dignidad que ni tenía ni sentía. No importa, la próxima vez será todo distinto, será mejor, intentaba convencerme. La próxima vez será a mi manera. Y si no, quizá la siguiente. Pero la vida se marchó en todo esto y por fin un día comprendí que ya era suficiente. Muy tarde, claro, como todo lo demás.
lunes, 17 de junio de 2013
Costumbres
—No insistas, no me lo voy a tragar, qué asco.
—Pero es sólo que no estás acostumbrada.
—Que no, que es una guarrada.
—A ver, ¿a ti te gustaban las lentejas de pequeña?
—No.
—¿Y ahora?
—Sí.
—Pues eso.
—Pero es sólo que no estás acostumbrada.
—Que no, que es una guarrada.
—A ver, ¿a ti te gustaban las lentejas de pequeña?
—No.
—¿Y ahora?
—Sí.
—Pues eso.
domingo, 16 de junio de 2013
La presentación literaria
Buenos días, soy su presentador de oficio. Sí, así es, el centro comercial me ha designado para que lo presente a usted, ya que viene sin ningún autor amigo que lo haga. No se preocupe, he leído atentamente su obra y creo que podemos hacer un buen papel. Usted siga mis indicaciones y ya verá que lograremos un veredicto positivo del público.
sábado, 15 de junio de 2013
Otros no tenemos nada
Dígame qué sabe usted del mundo. Nada, es un misterio. ¿Y no le intriga? Todo el rato, pero no sé por dónde empezar. ¿Qué tal por el principio? Ah, si yo supiera cuál es el principio, pero creo que esto es esférico. Pues empiece por un punto al azar. Es fácil decirlo, pero véalo así: todo esto está escrito en una lengua extraña de la que no tengo referencia alguna; por no tener, no tengo ni falsos amigos en los que basarme. ¿Entonces? Pues entonces me quejo, caballero, me quejo constantemente, que siempre le queda a uno el derecho al pataleo, ¿o es que no ha entendido usted nada?
viernes, 14 de junio de 2013
La vida secreta e inventada
Ustedes no lo saben, pero llevo una vida insospechada. Esto lo hago para compensar las carencias de mi existencia real, que son muchas y variadas. Tengo una vida real plena de insatisfacciones, pero no es lo que me va. Soy más feliz en mi vida secreta, la que me invento cuando estoy solo y todos duermen, aunque a veces también la voy inventando sobre la marcha, en público, sobre todo en el transporte público, cuando todos están pensando en sus cosas y no reparan en que yo no estoy realmente allí, sino ocupado en mi vida secreta, que es como una obra de arte que hay que pulir y perfeccionar día a día.
jueves, 13 de junio de 2013
miércoles, 12 de junio de 2013
El final del amor
—Ya no te quiero.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—No hay emoción.
—Oye, soy una persona, no una montaña rusa.
—Da igual. Contigo, antes todo era una aventura. Ya no. Ahora conozco todos tus secretos, ¿dónde está el suspense?
—¿Pero es que acaso quieres vivir en una película de Hitchcock?
—No, no tanto. Pero nuestra vida en común es ahora como una película predecible. Y tú siempre criticas esas películas.
—Pero todavía no conoces el final.
—Claro que lo conozco: se lo estoy dando yo.
—Si le pones fin a lo nuestro de esta manera, estarás terminándolo de una forma también predecible. Sin embargo, si aguardas, descubrirás un giro argumental sorprendente.
—¿Sí? ¿Me lo prometes?
—Claro. Tú sólo ten paciencia.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—No hay emoción.
—Oye, soy una persona, no una montaña rusa.
—Da igual. Contigo, antes todo era una aventura. Ya no. Ahora conozco todos tus secretos, ¿dónde está el suspense?
—¿Pero es que acaso quieres vivir en una película de Hitchcock?
—No, no tanto. Pero nuestra vida en común es ahora como una película predecible. Y tú siempre criticas esas películas.
—Pero todavía no conoces el final.
—Claro que lo conozco: se lo estoy dando yo.
—Si le pones fin a lo nuestro de esta manera, estarás terminándolo de una forma también predecible. Sin embargo, si aguardas, descubrirás un giro argumental sorprendente.
—¿Sí? ¿Me lo prometes?
—Claro. Tú sólo ten paciencia.
martes, 11 de junio de 2013
En la bienal
De camino a comprar algo de alcohol, nos cruzamos con un hombre que me dice en inglés: Eh, soy tu compañero de habitación. Eres el tipo francés, le contesto yo al caer en la cuenta de que es la persona con la que la organización ha decidido que tengo que compartir habitación de hotel. Nos damos la mano afectuosamente y cada uno sigue su camino, pero luego me pongo a pensar en el asunto. ¿Cómo es que me ha reconocido? Si cuando entré anoche en la habitación a oscuras él estaba ya dormido y cuando me desperté se había marchado. Además, dormí medio embozado. ¿Se acercó por la mañana a mi cama a observarme? ¿Retiró un poco la sábana para estudiar mis facciones? De pronto, ya no me cae tan bien el tipo. Ni la organización, que me hace dormir con un psicópata.
lunes, 10 de junio de 2013
La playa
Los barcos del horizonte y nosotros tendidos en las rocas. Unos primates al sol. Fuera del alcance de las medusas. Lejos de los quebraderos de cabeza. Descansando de todo lo que vendrá después. De esa vida a la que nos aferramos por costumbre.
domingo, 9 de junio de 2013
La larga espera en el aeropuerto de Roma
El tiempo se detiene en los aeropuertos. No sabes qué hora es. Qué día es. Quién eres tú. Recuerdas como un sueño tu vida pasada e imaginas vagamente un futuro fuera del aeropuerto. Allí está la vida, te dices cuando te asomas a una ventana y ves aviones que parten a sus destinos. Te preguntas cómo lo habrán logrado los pasajeros, a quién habrán sobornado, cuándo te tocará a ti. Pero tienes que esperar, quizá para siempre. Y miras y miras tu billete por si en alguna parte estuviera con letra pequeña la inscripción que había en la puerta del infierno de Dante. Abandonad toda esperanza.
sábado, 8 de junio de 2013
viernes, 7 de junio de 2013
El blog fantasma (2)
Hoy publico esta entrada, pero la he escrito con antelación porque no creo que en Ancona tenga tiempo para actualizar el blog. Es, por tanto, una entrada programada y se me ocurre de pronto que podría ser por entero falsa, pues perfectamente podría estar yo aquí hablando de vete a saber qué cosa y estar en realidad muerto. Quién sabe. Podría estrellarse mi avión y sin embargo publicarse esto como si nada. El blog que engañaba a la gente haciendo creer que el autor estaba vivo. Si dejara suficientes entradas programadas, podría mantener el engaño durante un tiempo considerable. Yo estoy muerto, pero mi voz sigue viva. Esas cosas. Claro que igual no estoy muerto y estoy tranquilamente en Italia sintiéndome un impostor entre los jóvenes artistas que tienen tanto que ofrecer al mundo. Lo que quizá también sea la muerte, quién sabe.
jueves, 6 de junio de 2013
Leonard & Cohen, abogados
—Buenas tardes, estoy planeando cometer un crimen y me gustaría que me asesoraran legalmente.
—Perdone, pero esto no funciona así.
—¿Por qué no? Ustedes defienden a criminales todo el rato.
—Sí, claro, pero a criminales que no nos convierten en cómplices. ¿Sabe usted que los abogados lo pasan muy mal en la cárcel? Los otros presos siempre culpan a estos de sus condenas.
—¿Y si les pido ayuda para un crimen hipotético?
—Para su novela, por ejemplo.
—¿Qué novela?
—Usted podría estar escribiendo una novela de crímenes y nos pide consejo legal para enfocar la trama. ¿Qué le parece? Así no nos incrimina de ninguna manera.
—Ah, bien. Pues sí, digamos que el protagonista de mi novela quiere asesinar a su vecino.
—¿Por qué motivo?
—Es un maleducado.
—Eso es culpa del autor, que lo ha escrito así.
—¿Qué?
—Perdón, era una broma, no he podido evitarlo. Ya en serio, me parece un tanto drástico matar a alguien por su mala educación. Ni en Prusia eran tan estrictos.
—Ni en Esparta —interviene Leonard levantando brevemente la vista del periódico.
—Bueno, todo eso es lo de menos. Lo importante es acabar con él.
—¿Y si fuera una vieja usurera?
—¿Cómo dice?
—El vecino. Si fuera una vieja usurera, su protagonista podría asesinarla por dinero y por sentir que es un hombre extraordinario, como Napoleón.
—¿Eso haría que el asesinato fuera legal?
—¡Claro que no! Ningún asesinato es legal, amigo mío.
—Salvo en los países con pena de muerte —interviene de nuevo Leonard—. Y en las guerras, siempre que el asesinado sea el enemigo.
—Perdone, pero esto no funciona así.
—¿Por qué no? Ustedes defienden a criminales todo el rato.
—Sí, claro, pero a criminales que no nos convierten en cómplices. ¿Sabe usted que los abogados lo pasan muy mal en la cárcel? Los otros presos siempre culpan a estos de sus condenas.
—¿Y si les pido ayuda para un crimen hipotético?
—Para su novela, por ejemplo.
—¿Qué novela?
—Usted podría estar escribiendo una novela de crímenes y nos pide consejo legal para enfocar la trama. ¿Qué le parece? Así no nos incrimina de ninguna manera.
—Ah, bien. Pues sí, digamos que el protagonista de mi novela quiere asesinar a su vecino.
—¿Por qué motivo?
—Es un maleducado.
—Eso es culpa del autor, que lo ha escrito así.
—¿Qué?
—Perdón, era una broma, no he podido evitarlo. Ya en serio, me parece un tanto drástico matar a alguien por su mala educación. Ni en Prusia eran tan estrictos.
—Ni en Esparta —interviene Leonard levantando brevemente la vista del periódico.
—Bueno, todo eso es lo de menos. Lo importante es acabar con él.
—¿Y si fuera una vieja usurera?
—¿Cómo dice?
—El vecino. Si fuera una vieja usurera, su protagonista podría asesinarla por dinero y por sentir que es un hombre extraordinario, como Napoleón.
—¿Eso haría que el asesinato fuera legal?
—¡Claro que no! Ningún asesinato es legal, amigo mío.
—Salvo en los países con pena de muerte —interviene de nuevo Leonard—. Y en las guerras, siempre que el asesinado sea el enemigo.
miércoles, 5 de junio de 2013
El ego de escritor
Me hicieron una oferta para trabajar de negro literario en una importante editorial, pero antes tenía que desembarazarme de mi ego de escritor, pues era un obstáculo para esa profesión. Para hacerlo, fui a un bar y me emborraché como Hemingway, Dylan Thomas y otros escritores de renombre. Aturdido por el alcohol, mi ego no sospechaba nada de lo que maquinaba y pude deslizarme fuera del bar, donde esperé hasta que salió y le pegué un par de tiros. Ya está, era un escritor sin ego: de pronto era como Kafka. Pero no, esto no podía ser, era un pensamiento muy engreído por mi parte compararme con el genial escritor checo. Algo había ido mal, ¿a quién había asesinado yo? Y esto, señor juez, fue más o menos lo que pasó.
martes, 4 de junio de 2013
El programa espacial
—Nuestro país merece un programa espacial propio —dice el primer hombre—. No es tan caro, lo he estudiado al detalle: nuestros astronautas podrían entrenarse en la montaña rusa y otras atracciones. De esa manera experimentarían los efectos de la fuerza G.
—Yo nunca se lo encuentro a mi mujer. Si hubiera sabido que bastaba con llevarla a la montaña rusa...
—No, usted se refiere al punto G.
—¿Qué punto del día es el G? Pensaba que usábamos un sistema numérico en nuestras reuniones—interviene un tercero.
—Da igual, dejémoslo.
—¿Y qué tal la noria? —pregunta el segundo hombre.
—Hombre, como entrenamiento es bastante ligero.
—Pero podría contar como ascensiones. Horas de vuelo. Qué sé yo, órbitas. Así podríamos maquillar los informes oficiales y, de paso, ahorrar.
—Visto así...
—Podríamos contratar a algún hombre bala del circo, que ya tienen experiencia y eso que nos ahorramos también en entrenamientos.
—Yo nunca se lo encuentro a mi mujer. Si hubiera sabido que bastaba con llevarla a la montaña rusa...
—No, usted se refiere al punto G.
—¿Qué punto del día es el G? Pensaba que usábamos un sistema numérico en nuestras reuniones—interviene un tercero.
—Da igual, dejémoslo.
—¿Y qué tal la noria? —pregunta el segundo hombre.
—Hombre, como entrenamiento es bastante ligero.
—Pero podría contar como ascensiones. Horas de vuelo. Qué sé yo, órbitas. Así podríamos maquillar los informes oficiales y, de paso, ahorrar.
—Visto así...
—Podríamos contratar a algún hombre bala del circo, que ya tienen experiencia y eso que nos ahorramos también en entrenamientos.
lunes, 3 de junio de 2013
Capítulo 3000
Porque nunca fuiste la joven promesa de la literatura que un día creíste ser. Llegaste tarde, demasiado tarde a todo. Siempre con aspecto de despistado e, incluso, desvalido. Esperando que alguna mujer cuidara de ti. Creyéndote un antihéroe trágico y encantador. Sospechando siempre la verdad y enfureciéndote cuando alguien hablaba de ello. Todo para nada. Todo. Para. Nada. ¿Y ahora qué? Hace tiempo que agotaste las excusas. «Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde», que decía Marguerite Duras. Apenas te queda ya el gesto estético para ocultarte, como un telón raído que baja en una obra sin espectadores.
domingo, 2 de junio de 2013
Domingo de literatura
Truffaut está vivo y Godard está muerto, decía una pintada en el muro. Me pregunté si sería un error o algo deliberado y me acordé de Philip K. Dick y la realidad real. Lo cierto es que yo siempre me he sentido incómodo con la realidad. La realidad es un pantalón que me queda grande, aunque a veces trato de ajustármelo con el cinturón de la imaginación. En cualquier caso, no es una verdadera solución y siempre vas dando la nota. Pensé entonces en un hombre que va al sastre a quejarse de que el traje que le ha vendido no le queda bien y el sastre le contesta: la culpa es suya, que está usted mal hecho.
sábado, 1 de junio de 2013
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