Esa fue tu recompensa. Ahora deja de preguntar y sé feliz -le ordenó una voz grave, que era la del cura escondido detrás del púlpito.
"Pues deja de mandarme plagas, cabrón", dijo el creyente, justito antes de que lo churruscara un rayo.
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Esa fue tu recompensa. Ahora deja de preguntar y sé feliz -le ordenó una voz grave, que era la del cura escondido detrás del púlpito.
"Pues deja de mandarme plagas, cabrón", dijo el creyente, justito antes de que lo churruscara un rayo.
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