Aquí, en la Oficina de Objetos Perdidos, lo que más tenemos es tiempo, aunque nunca vienen buscando eso. Nunca viene algún anciano preguntando por su juventud perdida, con lo bonito que sería devolvérsela y pedirle que tuviera cuidado y no la perdiera de nuevo. No, sólo tenemos tiempo para pensar, horas muertas de espera hasta que finalmente aparece alguien para preguntarnos por cosas más banales. Y se me ocurre que en esto pierdo la vida, que es un objeto irrecuperable.
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