Voy al banco a sacar dinero y me encuentro a una antigua compañera de estudios. No sabía que trabaja aquí, será porque vengo poco. La miro; sigue tan guapa como entonces. Yo, como estoy loco, enseguida pienso que podríamos atracar el banco juntos y llevar una vida de romántica criminalidad. Unos Bonnie y Clyde españoles, huyendo siempre de la justicia. Podríamos atracar más bancos, pero tendríamos que cambiar el modus operandi, pues no creo que la contrataran, por aquello de ser una fugitiva. Sería todo tan bonito, pienso. Pero ella no me reconoce.
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