—¿Y si te follo contra la pared?
—Eso tiene que ser malo para la columna.
—Que esto no es el Partenón, sólo es ladrillo.
—Me refiero a la mía, a la vertebral.
—Ah. Pues sí que eres delicada.
—Me gusta el sexo con cariño.
—Podría follarte de cara a la pared, seguro que tu espalda sufre menos.
—¿Y aplastarme las tetas? Tú estás loco.
—Vale, vale. ¿Qué tal si apoyas el cuerpo en la mesa y te follo por detrás? Imagínate con la cara contra la madera, el vestido levantado y yo penetrándote con furia.
—Imposible. Viene mi madre mañana a comer y no podría sentarla a una mesa en la que me han follado como a una puta.
—Qué calamidad. Siempre hay alguna objeción al respecto.
—Lo siento. Ya sé que a ti te gustaría que todo fuera más espontáneo, pero tengo mis manías.
—Ya, pero es que así follarte es como rellenar un formulario.
—Eso es horrible. Acabas de chafarme las ganas.
—Se te veía de lo más ansiosa, sí.
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