Recibí una llamada de la chica más importante de mi vida. Me dijo que me quería. Después de siete años, sí que le ha costado darse cuenta, pensé. Pero aunque me quería, no podíamos estar juntos, me aclaró. Tenía que ser un amor en la distancia. «Yo te quiero a ti y tú a mí, pero lejos, cada uno con su vida». ¿Y qué sentido tiene eso?, pregunté yo. «Pues que así no lo estropeamos», dijo ella, «así siempre nos desearemos, pues será un apetito que nunca podremos saciar».
No sé si morir de hambre era la clase de amor que tenía yo en mente, contesté.
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