lunes, 22 de junio de 2009
La muerte
Señorita, soy sepulturero desde hace veinte años y no sabe usted lo trágica que es la muerte, lo trágica y burocrática, que recibo paquetes a diario, cajas llenas de muertos que tengo que enterrar. Es una vida tan extraña. O una muerte. Escondo a los difuntos bajo tierra, como si fueran un tesoro pirata, pero el caso es que ya nadie los quiere. No viene nadie a desenterrarlos. Bueno, sí, a veces: satánicos y gente de peor ralea. Aprendices de doctor Frankenstein. Pero son casos aislados, normalmente no viene nadie. Como le decía, los dejo bajo tierra o los almaceno en nichos, como si los estuviera archivando. Soy un oficinista de la muerte, pienso a veces. Todos los muertos tienen su correspondiente identificación, la fecha de nacimiento y la de defunción, somos muy meticulosos. Creo que la muerte es más ordenada que la vida, pero igual de vacía: sólo nombres y fechas que en realidad no significan gran cosa.
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