viernes, 10 de octubre de 2008

Octubre

Ya empieza a hacer frío. Es octubre. Se hace de noche muy pronto. Regreso a casa a pie después de aprender a encender y apagar las luces en una sala de cine. Cenaré algo, cualquier cosa, leeré un rato y luego me meteré entre las sábanas frías de soledad a hacer como que duermo. Señor, no es bueno que el hombre esté solo. ¿De qué sirve todo el judeocristianismo si uno no puede dormir acompañado? Y no me vale cualquier mujer, por si esa prostituta que acaba de salir de la nada y me hace señas la has mandado tú. No es el sexo lo que me preocupa, es el antes, el después. De acuerdo, el durante también me gusta, no te voy a engañar. Pero es bonito dormir abrazado a una mujer. Desayunar entre risas de complicidad no fingida. Echarle mermelada en el escote simplemente porque te apetece, sin ninguna explicación sensata. Hacer planes para el resto del día. Planes de dominación mundial. Yo podría escribir una novela o dos si tuviera una buena mujer, aunque eso sea un oxímoron. Una que perdiera el tiempo conmigo en vez de perderlo con otro. Una que me hablara de poesía francesa a deshoras. Podría hacer una larga lista de reivindicaciones. Es normal ser ateo en estas condiciones.

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