martes, 10 de junio de 2008

Secuestros

-¿Diga?
-Me he secuestrado. Si quiere volver a verme con vida, deposite mañana al mediodía seis mil euros en la papelera que hay junto a la fuente del parque Chaplin.
-¿García? ¿Es usted?
-Sí, señor director.
-García, cuando le dije el otro día que era usted un miembro muy valioso de nuestra empresa no me refería a esto. No vamos a pagar rescate por usted. Y mucho menos si se autosecuestra.
-Oiga, no sea inhumano, piense que soy un secuestrador muy cruel. Sólo me doy de comer una vez al día. Y no me dejo salir del zulo en ningún momento. ¡Me obligo a hacer mis necesidades en un cubo!
-Si quiere, puedo llamar a la policía.
-¡No lo haga! Mi vida está en mis manos. Si acude a la policía, me torturaré y le enviaré un dedo, una oreja, la nariz, para que vea que voy en serio.
-Francamente, García, esto me parece muy raro.
-No lo es tanto. Y demuestro iniciativa.
-Da lo mismo, no tenemos presupuesto para estas cosas. ¿No ha pensado en, digamos, pedir el rescate a su familia?
-Es que me he secuestrado en casa y mi mujer se daría cuenta de que estoy aquí.
-La solución a eso es muy sencilla: secuéstrese en un hotel, por ejemplo.
-Pues es buena idea. ¿Podría llamar usted a mi mujer para decirle que me he secuestrado y que no cenaré en casa?
-Claro, no se preocupe.

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