miércoles, 11 de junio de 2008

Mariana

Hace muchos años que conozco a Mariana, pues es la hija de los vecinos, pero hasta ahora no le había prestado mucha atención, que tiene trece años menos que yo. Pero ahora me fijo en ella y mucho, que tiene unos diecisiete años muy bien llevados, una lolita arrebatadora de faldas exiguas y físico perfecto. Hoy hemos subido juntos en el ascensor, yo pensaba si sería conveniente empotrarla en la pared y follarla sin contemplaciones, ella no sé en qué estaría pensando. El caso es que no he hecho nada, pero al salir del ascensor se ha girado y me ha dicho con una sonrisa: a ver si quedamos. A ver si quedamos, eso me ha dicho, yo la he mirado con cara de bobo y he contestado: sí, ya es hora. ¿Por qué ya es hora?, podría haberme preguntado ella, pero no lo ha hecho. Yo le habría contestado que ahora follar con ella sería una indecencia como Dios manda. Creo que le he dicho algo más, pero no estoy seguro, quizás lo he olvidado porque la memoria es sabia y elimina a la menor oportunidad cualquier recuerdo que empañe esa imagen positiva que tenemos de nosotros mismos, aunque también a veces a la memoria le da por ser masoquista y rememorar una y otra vez aquella ocasión en la que decidimos desprendernos de nuestra dignidad de la forma más ridícula, la verdad es que su sabiduría es relativa. De todos modos, ahora me pregunto si Mariana iba en serio o estaba jugando conmigo, que está en una edad muy difícil, totalmente inmersa en esa etapa de crueldad por la que pasan las mujeres, esa etapa que dura desde los trece años hasta la vejez, cuando finalmente la demencia senil se encarga de borrar incluso el deseo de maldad.

No hay comentarios: