Ella se quitó lentamente el vestido y todas las luces del mundo la iluminaron. Entonces me dijo algo así como que se moría por acostarse conmigo porque formaba parte de ese grupo de escritores que la volvían loca. Contesté que me negaba a ser uno más, que era el único que valía la pena en este mundo de fariseos. Ella me miró como si me hubiera vuelto loco (cuando todo el mundo sabe que eso pasó hace muchos años). Salí de allí. Mientras me dirigía nuevamente a la soledad de mi cuarto, iba pensando que por querer ser especial nunca era nada.
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