Continuando con este tema del haluro de plata, mi primera novia era fotógrafa y me inmortalizó en numerosas ocasiones. Yo me dejaba porque era joven, ingenuo y estaba enamorado. Quién era yo para negarme. A lo mejor era hasta guapo finalmente, pensaba. O, al menos, interesante como sujeto a fotografiar. Me es difícil comprobar esto, puesto que no tengo acceso a aquellas fotografías, aunque me prometió hace unos veinte años que me haría copias. Pero quizá ella tampoco las conserve, puede que las arrojara a la basura en un acceso de ira o, por qué no admitirlo, de cordura.
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