domingo, 9 de diciembre de 2018

Delirios de autor

—Muchas gracias por traerme a este sitio tan bonito a tomar algo. Parece muy exclusivo.
—Lo es, lo he creado yo.
—Ah, ¿eres arquitecto?
—Es una forma de decirlo.
—¿Te hacen un precio especial como agradecimiento o es que posees parte del negocio?
—No, a ver: este lugar no existe, salvo en la imaginación. Concretamente, en la mía. Pero también en la del lector que luego lea esto.
—Qué cosas más raras dices, me estás asustando.
—Tranquila, no pasa nada.
—Pues sí que me siento más tranquila de pronto, ¿es que eres hipnotizador? Espera, no habrás echado algo en mi bebida.
—Nada de eso. Soy el autor de todo lo que ves a tu alrededor, también de ti. Mírate en ese espejo: eres una famosa modelo de lencería y sin embargo estás aquí cenando conmigo. Y hablando en español, cuando eres extranjera. ¿No te parece notable?
—¿Entonces? ¿Me traes aquí engañada para abusar de mí? ¿No te da vergüenza?
—Te recuerdo que no eres más que un producto de mi imaginación y por lo tanto no puedes indignarte conmigo.
—¿Cómo que no? ¿Acaso has olvidado el sentimiento de culpa judeocristiano? ¿Para esto te educaron tus padres? Tendrías que pedir perdón a los lectores por escribir esta pornografía barata.
—¿Barata? Este restaurante tiene siete estrellas Michelin.
—¡Imbécil!

3 comentarios:

mailconraul dijo...

La lencería se le da mal a los autores, se rebela incluso en sueños, pero creo que el pensamiento desnudo es aún peor.

Javier dijo...

¿Es Bastian Balthasar Bux?

Microalgo dijo...

No, es Gabriel... esto... Gabriel Gnoguera. O algo.