jueves, 17 de octubre de 2013

Dear Johnny Cash

Todos tenemos nuestra prisión particular. Bien puede ser un instinto autodestructivo, el anhelo de una mujer o las drogas. También puede ser una institución penitenciaria de gruesos y altos muros en la que te obligan a vivir con la compañía de unos extraños a los que la sociedad ha decidido reunir en un largo confinamiento por el bien de todos. El club social de los ladrones, asesinos y violadores. Aunque dentro sólo están los que fueron lo bastante tontos para dejarse atrapar. Tú quisiste cantarles a ellos, ser el trovador de sus miserias, redimirlos. «Estamos presos, pero tenemos a Johnny Cash», podrían haber dicho; «su voz profunda en la larga noche, como un zumbido de estática» (sobre todo cuando cantabas I walk the line). «Somos los olvidados, pero Johnny se acuerda de nosotros. Él sabe lo que es estar perdido».

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