martes, 8 de enero de 2013
El hombre que creía ser Paul Auster
Siri, el nombre de mi mujer, es un anagrama de Iris, lo que tiene gracia, pues Anagrama ha sido mi editorial en España durante muchos años. Le comenté esto de su nombre y añadí que quizá era Iris Murdoch de incógnito y que se conservaba admirablemente bien. Ella me lanzó una mirada torva y deduje que no le hacía gracia que la comparara con escritoras muertas. Bueno, sería más adecuado que te llamaras Sisi, como la emperatriz, dije, que es un anagrama de la diosa Isis, la madre del mundo. Esperaba que el piropo enmendase la situación, pero se puso hecha una furia. Me preguntó que cómo sabía yo eso, cómo sabía que ella era el Anticristo en versión egipcia, la AntiIsis. Yo no supe qué responder a esto y miré por la ventana, a ver si una elipsis nos sacaba del embrollo, pero de pronto todo se ennegreció y, cuando recobré el conocimiento, Siri se había marchado. Había dejado una nota, sin embargo, que decía: «Me voy a hacer el mal por el mundo». Yo me senté frente al ordenador e hice como que empezaba una nueva novela.
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