viernes, 11 de diciembre de 2009

La calle

Me encontraba en la capital del país, donde había firmado un acuerdo millonario para nuestra empresa. Las negociaciones habían marchado bien y el acuerdo se había firmado enseguida, lo que me dejaba unos días para hacer turismo antes de volver a la rutina de mi ciudad. Empecé a pasear sin rumbo fijo, deteniéndome tan sólo a admirar los diversos monumentos que me encontraba. En mi deambular, llegué a una calle residencial que me resultó extrañamente familiar. Era idéntica a la calle donde vivo, hasta el extremo de llamarse igual. Se me ocurrió entonces la absurda idea de que en cada ciudad estaba mi calle. Busqué como una broma mi portal y hallé sin dificultad una réplica exacta del mío. Llamé a mi número. Me contestó mi voz: «¿quién es?». «Soy yo», respondí. La puerta se abrió y subí las escaleras.

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