martes, 24 de noviembre de 2009
La noche de los muertos
Investigué a fondo el asunto y llegué a la siguiente conclusión: si la vida tenía un final, la muerte también debería de tenerlo. Saber dónde estaba ese final ya me costó más. Empecé partiendo de la lógica: hay quien vive mucho y quien vive poco. Pues lo mismo tenía que funcionar en la muerte, pensé. Habría quien volvería de la muerte a los cien años, otros en cambio sólo estarían muertos una breve temporada. Pero no había manera de saber a priori cuánto iba a estar muerta una persona, así que no me quedaba más remedio que espiar a los difuntos y esperar que se levantaran de sus tumbas. Pedí permiso en el ayuntamiento, pero se lo tomaron fatal, dijeron que quería perturbar el reposo de los muertos. Esto me dio una idea: quizá los muertos despertaran de nuevo a la vida si uno organizaba el escándalo suficiente. Por eso instalé unos potentes altavoces en el cementerio y a medianoche atroné el lugar con música heavy. No puedo asegurar que se levantaran los muertos, pero sí los vivos, que pensaron que había llegado el Apocalipsis y llamaron a la policía y el ejército, que enseguida pusieron fin a mi pequeño experimento.
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