—Señor abogado, quiero divorciarme de mi marido.
—¿Pero no es usted monja?
—Precisamente. Estoy casada con Dios, pero se acabó el amor.
—Entiendo. ¿Diferencias irreconciliables?
—Es un polígamo. Y tiene triple personalidad. Además, nunca me escucha.
—¿Cuál es su patrimonio?
—El cielo y la tierra. Me gustaría quedarme con el cielo, que tiene mejores vistas. Aunque la tierra es bastante útil.
—No se preocupe, vamos a desplumarle.
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