—Y entonces la trajeron a la sala. Era la acusada más guapa que había visto en mi vida. Su belleza, como la de Friné, parecía suficiente para absolverla, pero las pruebas en su contra eran contundentes.
—¿Qué hiciste?
—La condené a treinta años de cárcel.
—Pensaba que la declaraste inocente.
—Eso hice, pero a cambio se tuvo que casar conmigo.
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