Antes estaba gorda, pero ya no. No tengo vocación de gorda, siempre lo he pensado. Mi madre sí, ella ha sido gorda toda la vida, pero yo me veía de otra manera. Tenía vocación de tía buena, de mujer fatal, aunque los hombres no se daban cuenta. Cómo iban a darse cuenta, claro, pensaban que ser gorda era lo mío. Se equivocaban, era una gorda terrible. Nunca se me dio bien, aunque pareciese reunir las condiciones necesarias para el cargo. Una impresión externa, pero la apariencia externa por sí sola no es de ningún valor, que decía Stanislavski.
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