martes, 2 de diciembre de 2008
La mujer como excusa para la creación artística
Yo te he querido siempre, pero me he negado a decirlo hasta ahora, pues no es agradable que a uno le arrojen su amor a la cara. Yo, como digo, siempre te he querido, y tú, como ya sospecharás a estas alturas, nunca me has querido. No creo que esta falta de amor hacia mi persona te quitara el sueño, aunque nunca se sabe, pero sí afectaba a la calidad del mío, que era claramente tercermundista. Me he dedicado todos estos años de insomnio a quererte sin decirte apenas nada, pero es que tampoco había mucho que decir. Al fin y al cabo, pronto comprendí que tú no eras mi público, eran otros, otros que podrían imaginarte a través de mí. Tú eras una musa severa y silenciosa, yo un escritorzuelo con ínfulas que te utilizaba para ganarme el aplauso de otros. Y la admiración de otras, por qué no decirlo, aunque en secreto yo las despreciaba por no ser capaces de emocionarme como tú. Sólo a Verónica le perdoné no ser tú, no sé si la recordarás, era la chica de la bufanda amarilla. Se reía todo el tiempo, como si estuviera loca.
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