lunes, 1 de diciembre de 2008
Just a perfect day
Me pide que vaya yo solo a por los shawarmas, que no le apetece salir de casa. «Junto al Centro Cultural hay unos moros que venden», me dice dándome diez euros. Me siento un poco chico de los recados (y prostituto), pero no digo nada. La dejo desmontando un mueble y me dirijo hacia el local de comida turca con la tranquilidad de saberme escritor desconocido. No me asaltarán admiradoras por el camino, ninguna groupie me arrastrará a un callejón para que la folle contra la pared. Ah, qué paz. De pronto, unos adolescentes que surgen de la nada empiezan a gritarme cosas. Melenas, me llama uno. Yo les ignoro, que ya estoy mayor para estas chorradas y además me superan en número, que tres siempre es más que uno. Me digo que es mejor no abandonar el anonimato apareciendo en internet apaleado. Dejo atrás a los niñatos pendencieros y llego al local de comida turca. Cerrado. Fabuloso. Bueno, no importa, por esta zona hay cientos. Pero todos cerrados, como compruebo enseguida pateándome las calles. No entiendo nada, si es domingo, ¿no se supone que el día festivo para los musulmanes es el viernes? Afortunadamente, encuentro uno abierto a la altura del quinto coño. Durante un instante sopeso la opción de olvidarme de todo y desaparecer con el dinero, seguro que sería divertido, pero al final dejo los experimentos para otro día y compro los shawarmas, aunque me digo que un descuento por lo de Bizancio no estaría mal, no.
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