sábado, 17 de diciembre de 2005

Dictadores

Recuerdo que cuando era pequeño estaba convencido de que "los chicos mayores" eran todos unos hijos de puta por naturaleza. Pensaba así porque observaba que los niños de más edad abusaban de los pequeños siempre que tenían ocasión. Fue entonces cuando adquirí la conciencia de clase que me llevó a liderar a los trabajadores en la revo... perdón, no era así. Prosigo. Aunque verme puteado y extorsionado no era agradable, yo no quería ser un tirano y explotar a mis compañeros de menor edad y tamaño, así que me pareció que la solución para seguir siendo moralmente perfecto -y, por lo tanto, físicamente débil- era evidente: no crecer. Me puse de acuerdo con un amigo para no crecer más. Mi amigo faltó a su promesa. Yo también, pero menos, que me he quedado en 1,70. Así, uno de los días más felices de nuestra infancia fue cuando pudimos traicionar nuestros ideales al alcanzar la edad suficiente para utilizar el campo de los mayores (mi colegio estaba dividido en zonas, como los campos de concentración). "Ya somos mayores, la Edad de Oro comienza, adiós a la esclavitud", pensábamos llenos de alborozo y vísceras. Entonces comenzó mi aprendizaje de una verdad de la vida: algunos niños, aunque tengan 30 años, siempre son puteados por fuerzas superiores.

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