Iba Francisco Franco (ese hombre, español universal, martillo de herejes), cabalgando tranquilamente por Madrid sin molestar a nadie cuando, de pronto, con nocturnidad y alevosía, una horda de ganapanes al servicio del contubernio judío-masón-socialista se echó sobre él por la espalda, y así, a traición, consiguieron que desmontara tan insigne hombre tras tremenda y desigual lucha. El pueblo español en pleno derramó amargas lágrimas de indignación al conocer la triste noticia y exigió que rodaran las cabezas de los culpables.
¿No se lo creen? Pues así es como ve la derecha de Este País la retirada de la última estatua ecuestre de Franco que quedaba en Madrid, por abracadabrante que parezca, lo cual demuestra que el uso de sustancias alucinógenas en la juventud no es exclusivo de la izquierda, por mucho que se retoquen biografías. A estas alturas de la película sorprende (o no, lo que es más triste) la insistencia de algunos por defender el legado franquista o la permanencia de sus símbolos, cuando, es necesario reconocerlo, lo único bueno que hizo Franco por Este País fue morirse. ¿Qué le pasa al PP? ¿De verdad el electorado franquista es tan numeroso?
Se queja el PP de la nocturnidad del hecho. Quizás pretendían que lo hicieran en pleno día, con todos los atascos que hay en la capital (y no me digan que no sería malo para el corazón asomar la cabeza por el taxi y ver cómo Franco a caballo espera que se ponga verde el semáforo). Además, si se trata de evitar “que se reabran viejas heridas” (como aseguran ellos), mejor hacerlo cuando todos los franquistas descansan en los aguerridos brazos de Morfeo, como auténticos caballeros españoles. Yo habría propuesto que la retirada de la estatua se hubiera realizado en Semana Santa: los operarios habrían ido vestidos de nazarenos y habrían transportado la estatua como si de un trono o paso se tratara. Todo sea por disimular.
Se queja la derecha también de que sólo se retiren los símbolos franquistas. Bueno, me da un poco de vergüenza añadir algo a esto...
Se queja también el PP del carácter inexistente de mi sueldo. Vale, de eso no se queja el PP, pero contarían con mis simpatías si lo hicieran, de esa forma parecería que defienden realmente, aunque sea de vez en cuando, los intereses de los españoles de Este País y no los de los muertos, estén o no montados a caballo.
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