A y yo tuvimos lo que me pareció en su momento una preciosa historia de amor que duró dos años. La gente incluso decía que hacíamos buena pareja, pese al hecho de que yo era y soy barbudo, melenudo, de estatura media y no excesivamente agraciado (por ser amable conmigo mismo), mientras que ella era, y supongo que sigue siendo, aunque hace mucho que no la veo, una preciosa chica rubia con cuerpo de revista (sirvan estas líneas de homenaje a su culo, el mejor que han contemplado estos atribulados ojos). Dado que ambos estábamos como cabras, congeniábamos bastante bien. Casi siempre le gustó mi sentido del humor.
El día que me dejó -luego supe que por otro aunque entonces me aseguró que no-, me marché de su casa (después de algunas lágrimas y besos) extrañamente convencido de que siempre tendríamos algo, llámese complicidad, confianza, etc, que nadie nos podría quitar. Dos días después me encontré con ella y comprobé que actuaba como si apenas nos conociéramos.
A esta historia le falta la moraleja y/o el final feliz, pero qué quieren, no es mía.
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