Deseamos poseer tiempo para disponer de él libremente. Aunque no sepamos en qué emplearlo. De hecho, no hay mayor libertad que derrochar el tiempo mientras decidimos en qué vamos a usarlo. El uso razonable y sensato del tiempo poco tiene de lúdico, sino que nos asemejaría a oficinistas del tiempo, excelentes y aburridos gestores sin nada mejor que hacer.
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