Llovía el 14 de febrero de 2003. Está bien que en la narración deslavazada que es nuestra vida el tiempo atmosférico colabore para fijar recuerdos en la memoria. Sobre todo si tenemos en cuenta que llegamos empapados a su casa. Era nuestro último día de los enamorados, aunque quizá ella ya lo estuviera de otro, cómo saberlo.
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