A las 7:25 de la mañana se ilumina el rellano y él sabe que es la vecina, que va al trabajo. Vecina, que iluminas mis días, piensa. Al menos, mis mañanas. Piensa en salir, hacerse el encontradizo y decirle algo, cualquier cosa. Vale, no cualquier cosa, sino algo inteligente, significativo. Pero qué. No son horas de ingenios, sino de lugares comunes: parece que va a llover, que tengas un buen día, ya es jueves, ánimo. La banalidad como herramienta de seducción. Y se conforma con lo que tiene, con sonreír ligeramente cada mañana cinco minutos antes de las siete y media, cuando se enciende la luz del rellano.
1 comentario:
Ya nada es inocente.
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