Visitar a tu padre en el hospital es una cosa muy de adulto, un recordatorio de que ya no eres un joven despreocupado. El tiempo pasa, nos deterioramos, la vida sigue sin nosotros. Y tienes que enfrentarte a situaciones y ambientes tan deprimentes como las urgencias de un hospital. No estamos acostumbrados a contemplar la fragilidad de nuestra existencia, tratamos de ocultarla tras un biombo de celeridad y estrés cotidianos. Somos seres efímeros, todo lo que nos afecta desaparecerá, también esta angustia. Hay que aprovechar el tiempo que tenemos, dicen los sabios, pero el tiempo pone poco de su parte, es esquivo, distante y, sobre todo, traidor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario