¿Por qué no hay esperanza? Porque nunca aprendemos, no somos capaces de cambiar nuestras estructuras mentales, sólo las categorías dentro de ellas. Sustituimos, por ejemplo, una moralidad por otra en vez de aceptar que, en lo que respecta a adultos libres, se trata siempre de un asunto privado. Estamos mal construidos, en realidad nunca hemos sabido adaptarnos al mundo y por eso hemos hecho justo lo contrario: adaptar el mundo a nuestras apetencias (ni siquiera a nuestras necesidades).
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