Sonaba una canción antigua. «¿No es maravilloso que los muertos canten en la radio?», dijo él, «qué será lo próximo que inventen». Ella no contestó nada. Él se levantó y fue al cuarto de baño. Se vio terriblemente feo en el espejo. Esto le venía mal en general. Quizá el fresco aire nocturno le sentara bien a la cara, así que salió con la primera torpe excusa que se le ocurrió. En la calle echó a correr como si quisiera huir de su propia fealdad, de la vergüenza, de los malos recuerdos. Se preguntó cómo haría la gente normal para ser así y si alguna vez aprendería él.
1 comentario:
Y dale con la gente normal... ¿es que acaso el resto tiene tres patas?
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