martes, 13 de enero de 2015
El problema de la humildad en la experiencia religiosa
Quién soy yo para realizar la voluntad del Señor, tendría que decirse el creyente. Si fuera verdaderamente humilde, se diría que en realidad nunca podría llegar a conocer la experiencia divina. «Dios es un ser al que nunca podré acceder, pues él es infinitamente grande y yo soy muy pequeño». Cosas así. Sin embargo, la experiencia religiosa siempre viene acompañada de delirios de grandeza. Dios me habla a MÍ. Yo soy un mero instrumento de Dios, dicen algunos con falsa humildad, pero en realidad están afirmando que su divinidad lo ha elegido a él entre todos. A Dios le ofende esto o lo otro, sostienen otros actuando de portavoces y abogados de una divinidad tan grande que no se entiende que necesite que unos simples humanos la defiendan. Me acuerdo ahora de una novia que tuvo mi hermano, una pintora evangelista que decía que su arte no era mérito suyo, sino de Dios, que pintaba a través de ella. Una extraña forma de ser humilde, sin duda.
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1 comentario:
Er... pues sí.
Creo que era Galeano el que decía (más o menos) que el brujo de la tribu fue el primero en vivir sin darle un palo al agua.
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