sábado, 16 de enero de 2010

María

Me gusta cuando me la encuentro sentada en la mesa o en la encimera, con el cuerpo muy erguido (siempre la elegancia natural), y le pregunto si es que está esperando a Godot y ella sonríe como si fuéramos cómplices en algún crimen. Me gusta cuando se mueve por la habitación con sus andares felinos (seis años de ballet, que diría ella) y la observo atentamente sin decir nada. Y me gusta cuando abrazo por las noches su cuerpo de bailarina y me acuerdo de aquellos versos de Fonollosa: «qué tierno es el abrazo, el roce / de su piel, tan suavísima, en la mía».

No hay comentarios: