Los terroristas se dieron cuenta de que el pasamontañas deshumanizaba. Para un policía era muy sencillo disparar contra alguien sin rostro y la sociedad lo aceptaba de buen grado: eran enemigos totalmente anónimos, nadie le imaginaba una vida a un muerto sin rasgos.
Decidieron entonces sustituir los pasamontañas por caretas de sonrojados bebés, porque es mucho más difícil disparar al rostro de un tierno infante. Una decisión de lo más acertada, pues los policías se negaron a abrir fuego contra una carita así, con tantas cosas por vivir todavía. Incluso los obispos empezaron a defender a los terroristas, ya que consideraron que era un crimen aún mayor que el aborto disparar a un niño aunque éste cometa atentados.
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