Eva Brown, la musa de inestable belleza (está más guapa por las tardes), se sienta todos los días a la misma hora en un banco del parque para inspirar a artistas y pervertidos, valga la redundancia. Éstos se le acercan, pero pocos se atreven a hablarle, no sea que muerda, que con las musas nunca se sabe. Hay uno que le dice que escuchar su risa es como hacer el amor con ella; ella entonces estalla en carcajadas y él tiene que disimular un orgasmo.
Últimamente, el señor Jitler, que ha salido hace poco del psiquiátrico, le canta baladas improvisadas vestido de Elvis. «Y pienso en todos los cigarrillos que no he apagado en tu piel», recita con voz de atribulado sadomasoquista mientras menea las caderas a ritmo de rock and roll.
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