domingo, 6 de diciembre de 2009
La tienda
Está usted contemplando el santo taburete de Antioquía. Parece un taburete corriente, pero lo hizo Jesucristo con sus propias manos cuando estaba aprendiendo el oficio de su padre. De su padre adoptivo, se entiende. Por eso ha durado casi dos mil años y ha llegado a nuestros días en excelente estado. Mírelo bien, ¿no es evidente que se trata de un trabajo divino? Compruebe la perfección de sus formas, su diseño elegante a la par que robusto. Cuenta la historia que fue un encargo de un adinerado comerciante romano que residía en Antioquía. El encargo fue para José, claro, que era el carpintero, pero éste decidió que era buena ocasión para que su hijo demostrara lo aprendido. Años después, el Apóstol Pablo fue a Antioquía expresamente a buscar el taburete. Sentado en él, recibió la inspiración divina para escribir las Epístolas. Este taburete ha sido testigo mudo de grandes hechos, caballero. Y ahora podría ser suyo por tan poco dinero.
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