sábado, 10 de octubre de 2009

A pesar de los hurtos

—Oye, ¿cogiste tú el tanga que llevaba el otro día? No lo encuentro en ninguna parte.
—Eh, ¿por quién me has tomado?
—Venga, en serio, ¿lo tienes?
—Sí, me lo guardé en un bolsillo y me lo llevé como trofeo de guerra.
—¡No! ¿Por qué? No puedes ir por la vida robándole la ropa interior a la gente sin pedir permiso.
«Si me dieras permiso, ya no sería un robo», piensa él con sensibilidad fetichista, pero no dice nada, por si acaso.

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