—No puedo seguir así.
—¿Así cómo?
—Así contigo. ¿Es que no entiendes que te quiero? Te quiero más que a mi vida.
—Eso no tiene ningún mérito, que eres un suicida.
—Qué injusta eres. No soy ningún suicida, estoy lleno de vitalidad adolescente.
—Pues nadie lo diría.
—Que sí. Soy un tío sano y deportista.
—Sanísimo, no hay más que verte. ¿Y qué deporte practicas tú, si puede saberse?
—Ninguno, pero porque tú no quieres. Podríamos practicar deportes de contacto. El magreo olímpico, por ejemplo.
—Siempre igual, todo lo acabas reduciendo al sexo.
—Si folláramos, estaría menos obsesionado.
—Eso es lo que dices ahora.
—¿Y no quieres saber lo que digo después?
—No hace falta, me lo imagino: seguro que algo referente a repetir.
—Creo que te quiero en la misma medida en que te odio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario