—Hola, cariño, ¿qué hay de cena?
—¿Quién es usted? ¿Cómo ha entrado en mi casa?
—Cielo, soy yo, ¿qué te pasa?
—¿Qué hace aquí?. No tengo dinero. Váyase antes de que llame a la policía.
—Pero si soy Juan: tu marido.
—¿Está usted loco? Yo no le he visto en mi vida.
—¿Cómo que no? Si llevamos veinte años casados.
—Mire, está usted muy confuso, pero insisto: no es mi marido, ni siquiera se le parece. Mi marido es una persona distinta a usted. Ahora, ¿le importaría marcharse de mi casa? Tranquilamente, por favor, no me haga daño.
—Ah, es eso. Haber empezado por ahí.
—¿Qué?
—Que sí, que ahora el papel de tu marido lo interpreto yo, pero sigo siendo tu marido.
—¿Cómo dice?
—A ver, Laura, piensa un momento. James Bond ha sido interpretado por distintos actores y a todo el mundo le parece normal. O Robin Hood, Sherlock Holmes, el conde Drácula, etc. Pues lo mismo en este caso; ¿qué tiene de extraordinario? El hombre que hacía el papel de tu marido se ha retirado, así que me han llamado para sustituirlo. Ahora que hemos resuelto este malentendido, empecemos desde el principio. ¿Qué hay de cena, cariño? No sabes el día que he tenido en la oficina.
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