jueves, 14 de mayo de 2009

Un señor bigote

Un buen bigote otorga prestancia, lo sabe todo el mundo. Mis amigos me envidian por ello. Ah, si yo tuviera un bigote que hiciera girar las cabezas a mi paso, me dicen. Yo sonrío parapetado tras el bigote y digo que es una herencia familiar. Por parte de madre, añado, cuya pilosidad era legendaria. Trabajaba en el circo. Yo, sin embargo, he decidido encaminar mis pasos en otra dirección laboral. El funcionariado: unidad de destino en lo profesional. Pero no crean que soy un simple funcionario más, no. Podría dedicarme a hacer fotocopias y rellenar aburridos informes, pero me salva el bigote. Un mostacho elegante como el mío da muy bien de cara al público. A la gente le gusta que la nariz que le atiende en la ventanilla esté subrayada, nada como una frontera de pelo que divide la cara en dos. Inspira confianza, seriedad. No es extraño que tantos dictadores decidieran gobernar detrás de un bigote.

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