Me voy a dar al suicidio, que la bebida ya la tengo muy vista.
Pavese me dice desde los rincones que el talento no puede salvar a nadie.
La pierna amputada de Rimbaud mueve los dedos como si fueran las cinco cabezas de una hidra que asiente a lo que dice el italiano.
Y no poder contarle a nadie todo esto, me digo.
De todos modos, yo no escribo para nadie. Lo mismo se puede decir de todo lo demás.
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