Yo no sé nada de la vida, por eso me la invento, pero la verdad es que me ha ido muy bien así. Ya son diez años de fabulaciones y todavía no se ha quejado nadie. Es irónico ganarse la vida inventándosela, pero los lectores quieren aventuras exóticas, no una rutina gris como la que también viven ellos. ¿Serían mis novelas un éxito si el protagonista deambulara por las páginas realizando las actividades más aburridas del mundo? Con un horario estricto de tedio, siempre haciendo todo a la misma hora. Esperando a la muerte sin esperarla, porque no va a llegar mañana, ni la semana que viene. ¿Quién querría leer eso?
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