miércoles, 1 de octubre de 2008
Las eternidades
Nena, moriré pronto, cualquier día de estos, es algo inevitable. «De esto no se muere nadie», dirás tú, «salvo Pavese y algún otro, pero Pavese era eyaculador precoz y tú no lo eres». Vale, es un buen argumento, pero digamos que muero finalmente. ¿Quién te va a escribir estas cosas por las noches? Con este donaire mío. Con estas comparaciones con grandes poetas que me saco de la manga, porque yo lo valgo, que aplaudo cuando me miro al espejo. Porque he de decirte que la vida transcurre difícil mientras tú metes falsos profetas en tu cama. Cuando sé perfectamente que te encanta leerme y preguntarte luego si el texto habla de ti o si es ficción. Y que en secreto piensas cosas como: «me gusta su forma hambrienta de mirarme». Pero yo oficialmente no pienso en ti más que para planear perversiones, no te creas. Oficialmente tampoco es que tú pienses en mí. Pero está bien, aceptamos que son tiempos hostiles. Disimulamos.
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